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El Vía Crucis concluye con ese anhelo de Paz y poco a poco, en silencio, abandonamos el Anfiteatro Romano, para encaminar de nuevo nuestros pasos hacia la Concatedral de Santa Maria, donde concluirá nuestra Estación Penitencial.

Tres años de espera, tres años en los que los costales solo han salido para seguir creando esa extraña ilusión en hermanos, primos, sobrinos o hijos.

La Calle Calvario se tiñó de todos los colores habidos en la paleta del mejor pintor. Esos colores que aportan las hermandades de Mérida que, como marca la tradición (y la obligación), acuden al entierro de Cristo.

Nueva Ciudad estaba ansiosa. Por fin, tras dos años se ponía en la calle el trabajo intenso de Hermandad realizado en silencio tras el dintel de la parroquia de Nuestra Señora de Los Milagros. La expectación crecía en el entorno