TOP

Unidos a Jesús, para pedir la PAZ.

Crónica del Vía Crucis 2022

Redacción: Luis Miguel González Pérez

Fotografías: Paco Rosco Rosco y Manuel Molina Bolaños

El Vía Crucis concluye con ese anhelo de Paz y poco a poco, en silencio, abandonamos el Anfiteatro Romano, para encaminar de nuevo nuestros pasos hacia la Concatedral de Santa Maria, donde concluirá nuestra Estación Penitencial.

Lejos quedan ya las plegarias que hace un año, recluidos en el interior de la Concatedral de Santa Maria, dirigíamos al Santísimo Cristo de la O, para que permitiera que pudiéramos volver a vivir, junto a Él, un nuevo Viernes Santo. Y la algarabía, que esta noche inunda las calles de Mérida, denota que nuestros deseos han sido atendidos, a pesar de que muchos se han quedado en el camino.

Esa algarabía que se vuelve silencio cuando franqueas el umbral de esa misma Concatedral de Santa María, cuyo interior nos acoge. Una tenue luz nos recibe y hace que nuestras miradas se dirijan hacia su Altar Mayor, donde la imagen del Santísimo Cristo de la O espera a todos aquellos que, en esta noche de primavera, han decidido acompañarle en su procesionar hasta el Anfiteatro Romano, haciendo realidad el deseo manifestado ante Él hace un año.

Y son muchos los que han querido cumplir su deseo, al igual que son muchas las motivaciones que hasta allí nos han conducido. Todos conscientes de que vivimos un momento difícil y que ahora, más que nunca, necesitamos la protección de Jesús, nuestro Salvador, que esta noche se materializa en la imagen del Cristo de la O, recibiendo desde el trono de la Cruz, nuestras oraciones, suplicas y agradecimientos.

En el exterior, el ronco sonido de los tambores anuncia el inicio del Vía Crucis.

Tras realizar Voto de silencio, los penitentes inician su marcha tras la Cruz de Guía. La luz de sus faroles va marcando el camino y tras ellos marchamos todos, arropando con nuestra presencia la imagen de Jesús, que lentamente se dirige hacia el Anfiteatro Romano. Allí otra gran multitud, espera su llegada desde sus gradas, iluminadas por la primera Luna llena de la primavera, que desde el cielo también quiere ser testigo de este Vía Crucis, que después de dos años de ausencia vuelve a vivirse entre esas ancianas piedras, que son memoria viva de aquellos hechos.

El Cristo de la O llega hasta la arena del Anfiteatro y comienza el Vía Crucis. El Sacerdote va desgranando cada una de las Estaciones, a través de las que nos aproximamos a la Pasión y Muerte de Jesús, al tiempo que las reflexiones que siguen a cada una de las Estaciones, nos permiten meditar sobre los motivos que llevan a los hombres a enfrentarse entre ellos y recordamos los conflictos armados que en este momento asolan la humanidad.

Los cánticos entonados por la Capilla Gregoriana, propician la reflexión sobre cada una de las peticiones que sugieren cada una de las Estaciones del Vía Crucis.

Nuestras miradas se dirigen permanente al Cristo de la O y hacia Él también van dirigidas nuestras plegarias, para que devuelva la Paz y la Justicia en tantos lugares como son necesarias, para que traiga la reconciliación entre los gobiernos que alientan estos conflictos, para que todos ofrezcamos nuestra solidaridad con aquellos que la necesitan, para que de fuerza a todos los que trabajan para paliar los efectos de las guerras y dé fortaleza a quienes han perdido seres queridos concediéndoles consuelo y esperanza, para que todos, en nuestra vida cotidiana, busquemos y construyamos la Paz, acogiéndonos también a la intercesión de su Santa Madre, la Virgen María, para que nos guie por sendas de Paz.

El Vía Crucis concluye con ese anhelo de Paz y poco a poco, en silencio, abandonamos el Anfiteatro Romano, para encaminar de nuevo nuestros pasos hacia la Concatedral de Santa Maria, donde concluirá nuestra Estación Penitencial.

Tras ella, la imagen del Santísimo Cristo de la O, que durante los dos últimos años ha estado en pie, frente a sus fieles, presidiendo el Altar Mayor de la Concatedral, recibiendo cara a cara sus plegarias, volvió a ocupar su propio Altar. Quienes con sus manos devolvieron esta venerada imagen a ese Altar, manifestaron con una sentida oración, su agradecimiento por poder dejar atrás un tiempo de enfermedad y dolor, al tiempo que volvían a solicitar de Él la Paz.

 

Fotografías: Paco Rosco Rosco y Manuel Molina Bolaños

Facebooktwitterlinkedinmail