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Soledad

Crónica de la Soledad 2022. Calvario

Redacción: Luis Gallardo Ruíz (Costalero)

Fotografías y videos: Manuel Molina Bolaños, Luis Zama y Marco Sánchez Nova

Tres años de espera, tres años en los que los costales solo han salido para seguir creando esa extraña ilusión en hermanos, primos, sobrinos o hijos.

Terminó el Santo Entierro, otro Viernes Santo llega a su fin. Se empieza a ver el final de la Semana más esperada por los cofrades, esta vez durante más tiempo de la cuenta.

Tres años de espera, tres años en los que los costales solo han salido para seguir creando esa extraña ilusión en hermanos, primos, sobrinos o hijos.

La nueva normalidad llegó a la Semana Santa: Todo volvería a ser igual, todo sería diferente. Las caras pensativas de los costaleros ahora se ocultan tras una mascarilla que solo deja ver ojos con la mirada perdida, buscando fuerza en recuerdos y deseos.

Las rutinas se repiten, la localización cambia. Este año la Soledad no se ciñe a “el barrio”, la ermita del Calvario es sustituida por la concatedral de Santa María, desde donde partirá con destino a su casa tras dejar el cuerpo sin vida de su hijo atrás.

Tras recuperar todas las fuerzas posibles de alimentos, bebidas, pero sobre todo del cariño y los ánimos de familiares y amigos, volvemos a reunirnos en la plazoleta trasera de la concatedral.

Como cada año, el capataz pide por segunda vez en el día que nos hagamos la ropa. En su voz se refleja el sentimiento, el pesar por lo que sabe que nos está pidiendo. Poco a poco y sin saber muy bien por qué los cuerpos empiezan a obedecer, las manos vuelven a preparar un costal, aún caliente del esfuerzo de un puñado de minutos antes.

Se suceden los abrazos entre los costaleros, esos abrazos que expresan el sentir de hermandad. Esos abrazos que significan todo lo que necesitaríamos un día entero para decir con palabras, ese aquí estoy para lo que necesites, nunca te dejaré caer. Esa petición que no es necesaria, arrímate cuando me fallen las fuerzas.

Todos somos hermanos, todos somos costaleros, pero, aunque no queramos, siempre tenemos alguien dentro de nuestra cuadrilla en el que confiamos aún más si fuera posible y nos disponemos a buscarlo para que nos tire de la ropa. No puede haber una expresión de confianza mayor entre costaleros que la de pedirle a alguien que prepare tu herramienta, esa que te une al palo y a vuestra madre.

Las puertas de Santa María se abren y nuestra madre, María Santísima de los Dolores en su Soledad, nos está esperando dentro con la cara iluminada por su candelería. Sorprende verla aún bajo palio, como si no quisiera asumir lo que ha pasado esta tarde.

Algunos compañeros empiezan a meterse bajo el paso para guiarla a la plaza de España bajo ese dintel al que todas las hermandades quieren acercarse, pero solo los infantiles ansían cruzar.

La Soledad irrumpe en una plaza silenciosa que hace tan solo unos instantes era un murmullo constante. Llega uno de los momentos más complejos que se resuelve con casta por parte de toda la cuadrilla y el paso levanta desde su posición más baja hasta el lugar donde debe estar, sobre la cerviz de sus costaleros.

No son muchos los fieles que la acompañan desde el centro hasta su barrio, bendito barrio que es anunciado por la voz del capataz, solo unas “chicotás” después: ya está en su barrio. Es en ese momento en el que, a través de los respiraderos se vuelven a distinguir esas caras de siempre, esa esencia del barrio. Llega uno de los momentos más íntimos de la hermandad.

El cantar de los fieles atraviesa nuestros oídos y nos llenan de ese coraje tan necesario para seguir adelante. Esos rezos solo son silenciados por el sonido de las bambalinas y los varales del palio, una mezcla tan extraña como cautivadora que te hace abstraerte aún más.

Se encara la calle de la ermita, no sabría muy bien explicar cómo hemos llegado hasta ella. Una vez más los fieles a esta cita han hecho el dolor de la Soledad más liviano hasta que, por fin, vuelve al lugar del que salió para enterrar a su hijo.

La puerta se cierra, los rezos se acallan y vuelven esos abrazos, abrazos de agradecimiento, consuelo y orgullo. Abrazos que tardarán en volver a sucederse otro larguísimo año.

Fotografías y videos: Manuel Molina Bolaños, Luis Zama y Marco Sánchez Nova

Vídeo: Marco Sánchez Nova

Vídeo: Manuel Molina Bolaños

Vídeo: Manuel Molina Bolaños

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