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De lo soñado a lo vivido

Crónica del Domingo de Resurrección 2022. Castillos

Redacción: Mario Hernández Maquirriaín

Fotografías: Luis Zama Álvarez

Eclosión de emociones en el corazón de una ciudad que vive intensamente la Semana Santa y que ya espera a que, dentro de poco menos de un año, volvamos a repetir la historia en escenarios inigualables y en los que nos quedan por descubrir.

“…Parecía que nunca volvería.

Parecía que ya no se acordaba.

Parecía que el tiempo  la alejaba y que en el tiempo mismo se perdía.

Parecía que no nos conocía.

Parecía que ya nos olvidaba.

Parecía que poco le importaba volver al mismo nido… Parecía.

Pero mirad al sol haciendo guiños en los ojos sagrados de los niños….”

 (Antonio García Barbeito. Pregón Semana Santa de Sevilla 2010)

Permitan que me remonte a los versos del pregonero, más actuales hoy que nunca, y permitan que me remita a mi compañera Celia Lafuente quien, en su crónica del Domingo de Ramos de 2020, en la Semana Santa virtual, nos narró la bella historia de un pequeñín que soñó que había vivido el Domingo de Ramos.

Hoy, Domingo de Resurrección, despertamos de un sueño que no ha sido un sueño. Ha sido algo tangible que hemos podido vivir durante estos ocho días. Un sueño dulce  y amable. Con caricias que llegan al alma. Con emociones, con sentimientos y alguna que otra lágrima pero hoy, por fin, todo se ha cumplido. Del “Mamá he soñado” que decía Celia, al “Lo hemos vivido”; y de eso se trata: de vida.

Vivir porque nos enseñaron a vivir; porque esta enorme bofetada que nos han pegado nos tiene que hacer recapacitar. No somos más que nadie. Somos seres indefensos y debemos aprender de lo vivido con vida, sin creernos lo que no somos o aparentamos ser.

Así las cosas, el Domingo de Resurrección amanece con aires de vida renovada. Quitémosno los chambergos para que esa vida nos impregne y encontremos sentido a ésto que hacemos los cofrades de manera tan barroca, tan explícita, tan catequética.

Pero la memoria es frágil y este Domingo de Resurrección debe regalarnos energías renovadas desde el mismo momento en el que el joven San Juan, el de los Ferroviarios, sube por la Rambla de Santa Eulalia. Desde ese mismo momento en el que el estruendo nos recuerda que Él ha vuelto a la vida y lo hace junto al Hornito, de manera hercúlea, señalando al cielo de Mérida que le regala su azul más hermoso en una mañana jubilosa.

Desde ese momento en el que la Virgen, la llamada del Mayor Dolor, torna su negro por blanco en la Puerta de la Villa para, desconcertada, buscar la Plaza de España que es donde, finalmente, se encontrará con la Vida. Acierto notable este cambio de ubicación por parte de la Cofradía pues, en momentos de dificultad, las opciones muchas veces muestran espacios que se salen del guion establecido y ofrecen estampas únicas.

Eclosión de emociones en el corazón de una ciudad que vive intensamente la Semana Santa y que ya espera a que, dentro de poco menos de un año, volvamos a repetir la historia en escenarios inigualables y en los que nos quedan por descubrir.

La vida es cíclica pero para renovarse, como se han renovado los portadores, desde hoy costaleros, con la nueva forma de andar del paso, del varal, al costal. hay que saber volver a la vida, mirando atrás, a lo pasado, y pensando, siempre, en un futuro prometedor cada Domingo de Ramos.

Galería de Imágenes: Luis Zama Álvarez.

Video: Luis Zama Álvarez.

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