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Septenario a la Virgen de los Dolores. Primer día

PRIMER DOLOR:

Simeón profetiza a la Virgen María la pasión de Jesucristo.

INTRODUCCIÓN:

Estamos finalizando nuestro camino hacia la Pascua. Un camino que este año está siendo muy cuesta arriba para toda la humanidad, convirtiéndose en un auténtico Vía Crucis a causa de la pandemia de coronavirus.

En estos tiempos difíciles hemos de afianzar nuestra esperanza en Dios, con la certeza de que este Vía Crucis también culminará en gozo pascual

Cristo está con nosotros. Y con Él siempre viene la Madre. Ella, la Santísima Virgen de los Dolores, que tanto sabe de sufrimiento y de esperanza, acompaña especialmente la peregrinación de toda la humanidad en esta Cuaresma del año 2020.

Con la Hermandad del Calvario iniciamos hoy el Septenario a la Santísima Virgen de los Dolores, cotitular de nuestra Cofradía. De la mano de la Madre subiremos al monte Calvario para esperar, en silencio, el gozo de la Resurrección del Señor. Allí la muerte será vencida por la Vida.

HIMNO: Ay dolor, dolor, dolor.

¡Ay dolor, dolor, dolor, por mi hijo y mi Señor!
Yo soy aquella María del linaje de David:
¡Oíd, hermano, oíd la gran desventura mía!
A mí me dijo Gabriel que el Señor era conmigo,
y me dejó sin abrigo más amarga que la hiel.
Díjome que era bendita entre todas las nacidas,
y soy de las doloridas la más triste y afligida.
Decid, hombres que corréis por la vía mundanal,
decidme si visto habéis igual dolor que mi mal.
Y vosotras que tenéis padres, hijos y maridos,
ayudadme con mis gemidos, si es que mejor no podéis.
Llore conmigo la gente, alegres y atribulados,
por lavar cuyos pecados mataron al Inocente.
¡Mataron a mi Señor, mi redentor verdadero!
¡Dolida!, ¿cómo no muero con tan extremo dolor?
Señora, santa María, déjame llorar contigo,
pues muere Dios y mi amigo, y muerta esta mi alegría.
Y, pues os quedan sin Hijo, dejadme ser hijo vuestro.
¡Tendréis mucho más que amar, aunque os amen mucho menos! Amén.

Del Santo Evangelio según San Lucas (2, 25-35)

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:

«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».

Palabra del Señor.

INTENCIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:

Unidos como hermanos, pidamos al Señor y a la Santísima Virgen de los Dolores:

  • Por todos los enfermos, de un modo especial por todos los afectados por el coronavirus o por enfermedades graves.
  • Por los sanitarios y por todas las personas que, en estos días de crisis, se exponen para servir al bien de todos.
  • Por todos los difuntos.
  • Por los familiares de los enfermos y de los difuntos.
  • Por toda la humanidad.

Pedimos salud para los enfermos, la vida eterna para los difuntos, esperanza y fortaleza a todos los que sirven al bien de los demás, así como a los familiares de unos y otros.

Para todos, pedimos que cese esta pandemia.

ORACIÓN FINAL.

Caminaba silenciosa
como quien lleva un misterio,
con su Hijo entre los brazos
para presentarlo al templo:
primera sangre divina
derramada en nuestro suelo.

Al Templo viniste, Virgen,
con tu Hijo aún de pecho,
para cumplir el rescate
y para al Padre ofrecerlo.

Viniste con la alegría
de una flor que abre su seno,
para ofrecer el perfume
de quien es tu amor y dueño.

No te anunciaron dulzuras
las palabras de aquel viejo
Simeón, que presagiaban
indescifrables secretos.

¿Por qué será una bandera
de caídas y tropiezos
este tu Hijo, si ha nacido
de tu humildad y del cielo?

Al hijo tomaste en brazos
de tu marido, en silencio;
como un prendedor de amores
lo colocaste en tu seno.

Le mirabas entre triste,
entre gozos y entre besos,
y en tu corazón, ¡Oh Virgen!,
se iba el sol oscureciendo.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Bendigamos al Señor

Demos gracias a Dios

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