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Vía Crucis por la Iglesia que sufre

Crónica del Vía Crucis 2023

Redacción: Luis Miguel González Pérez

Fotografías: Manuel Molina Bolaños y José Luis Moreno Palmerín.

Cada una de las estaciones de este Vía Crucis nos recuerda un lugar donde, seres humanos como nosotros, son perseguidos: Ucrania, Tierra Santa, Siria, Irak, Sudán, India, Nigeria, Pakistán, Corea del Norte, China, Irán, Libia, Egipto, Arabia Saudita, …

Cae la noche del Viernes Santo y Mérida se prepara para vivir un Vía Crucis más, pero como cada Vía Crucis, este tiene una connotación especial para todos los que quieren vivir esta experiencia de acompañar al Santísimo Cristo de la O, en su recorrido por las viejas calles de esta ciudad, en la que aún resuenan los ecos que ha dejado la multitudinaria procesión del Santo Entierro, que este año ha servido para mostrar al mundo la Pasión y Muerte de Cristo, siguiendo la rica imaginería emeritense.

Son muchos los que llegados desde cualquier parte de nuestro país y de fuera de él, quieren vivir esta noche, desde el silencio y el recogimiento, un tiempo de reflexión junto al Cristo de la O y que van ocupando los bancos de la Concatedral de Santa María. Allí coinciden con emeritenses que tuvieron que salir de su ciudad y que regresan a ella para disfrutar de una de esas experiencias que solo pueden ser vividas en Mérida. Y también son muchos los emeritenses que, como todos los años, quieren participar en este solemne Vía Crucis, para recordar esa manifestación de amor que Cristo realizó.

Todos son conscientes que esa noche están conectando con los orígenes de la Fe, con nuestras raíces, al recordar que bajo sus pies reposan los restos de la primitiva Catedral visigoda de Santa Jerusalén, lugar de culto de la que fuera una de las más antiguas comunidades cristianas de la península ibérica.

El sonido de los tambores se hace cada vez más próximo, anunciando el inminente inicio del Vía Crucis y en el silencio de esta primaveral noche, solo roto por ese ronco resonar de los tambores, la comitiva se pone en marcha, dirigiendo sus pasos hacia el Anfiteatro Romano. Durante el trayecto, el olor a azahar de los naranjos de la Plaza de España, se mezclará con el aroma de las glicinias que florecen en el interior de los patios.

Una vez en el Anfiteatro Romano, mientras la Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, entona las notas del “Media Vita”, las miradas se dirigen hacia esa gran cruz conformada con 193 braseros, sobre los que otras tantas velas mantienen el recuerdo de quienes nos dejaron en los atentados de aquel nefasto 11 de marzo de 2004.

La imagen del Cristo de la O llega a la arena del Anfiteatro Romano y comienza el Vía Crucis, que este año nos permite reflexionar sobre el Calvario de Cristo, rememorando los calvarios que muchos cristianos padecen hoy en muchos logares del mundo, por el mero hecho de seguir el ejemplo de Jesús de Nazaret, que ofreció su propia vida para que todos alcanzáramos la salvación.

Cada una de las estaciones de este Vía Crucis nos recuerda un lugar donde, seres humanos como nosotros, son perseguidos: Ucrania, Tierra Santa, Siria, Irak, Sudán, India, Nigeria, Pakistán, Corea del Norte, China, Irán, Libia, Egipto, Arabia Saudita, … son solo una muestra de los lugares en los que sus habitantes sufren su particular Vía Crucis, en muchas ocasiones simplemente por el hecho de ser cristianos.

La Capilla Gregoriana sigue entonando cánticos mozárabes entre cada una de las estaciones y permitiendo momentos íntimos de reflexión y oración en los que poder elevar una plegaria a Dios nuestro Señor, para pedir por esos hermanos nuestros que sufren a causa de su nombre, mientras la imagen del Cristo de la O recorre el interior del Anfiteatro Romano.

El Vía Crucis concluye y las notas del “Media Vita” acompañan a quienes han compartido esta experiencia de fe, en su salida del Anfiteatro Romano. Pero la estación de Penitencia aún no ha concluido. Son muchos los que acompañan al Cristo de la O en su regreso a la Concatedral de Santa María y que durante ese trayecto continuarán reflexionando sobre lo vivido durante esta noche, iluminados por esa primera luna llena de la primavera. Confiando en que, de nuevo, el domingo traiga la Resurrección.

La veneración de la imagen de Cristo, colocado sobre el presbiterio del Altar Mayor, pone el punto final a esta estación de Penitencia, tras la cual, la imagen del Cristo de la O es nuevamente situada en su Altar, desde el que seguirá recibiendo las peticiones y plegarias de quienes a Él se dirijan.

Fotografías y Vídeos: Manuel Molina Bolaños y José Luis Moreno Palmerín.

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