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Los sentimientos discretos del pregonero

Autor: Mario Hernández Maquirriaín

Cada uno tiene su momento… con esta cantinela el pregonero del costalero ponía punto y final a su disertación en la Obra Social de Caja de Badajoz. Agustín Delgado Donoso ofreció un pregón sentido, lleno de infancia, juventud, madurez. Un pregón en el que se metió bajo la trabajadera de la palabra para, en una chicotá de oro, apretar con un puño el corazón de un público entregado desde el minuto cero.

Silencio y trabajo. Así sentenciaba la labor diaria en una hermandad. Era el mejor remedio para que las cosas fueran “de frente” sin dejarnos vencer ante las revirás que, a veces, el trabajo  continuado y pausado, puedan hacer perderte en banales sentimientos de autocomplacencia y postureo.

Así las cosas. Un patio de butacas, en riguroso silencio, era atravesado, de frente y por derecho, con la acertada palabra del pregonero. Joven, aunque sobradamente cofrade, mostró el orgullo de trabajar en la hermandad con su familia y haber encontrado, en la misma, el apoyo a las tareas encomendadas.

Un texto hilvanado con sentimientos humildes y sencillos, discretos como el pregonero, sin alardes, sin concesiones a la provocación que, muchas veces, te pide el atril del pregonero. Levantó el paso poquito a poco y fue avanzando hacia una carrera oficial de sentimientos y olores, de sabores y sonidos, de luces y de sombras, de flores y de incienso, de música y crujir de trabajaderas.

Delgado Donoso estuvo a la altura del atril, del sitio y del público que había depositado en su persona las mayores expectativas. Y no defraudó, creciéndose en el escenario de la Plaza de Santo Domingo después de que, como sucede con “su” Virgen del Rosario, diera una larga chicotá con “Mi Amargura”, última marcha que interpretó la banda municipal en el concierto final y que puso en pie al auditorio, al igual que el pregonero.

Galería Fotográfica:

Vídeo Completo del Pregón Costalero:

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