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El último regalo de Doña Bati

Los que ya peinamos canas la recordamos sentada, alrededor de la mesa de camilla, envolviendo caramelos de la Mártir. Los que no peinan tantas, siempre han escuchado hablar de ella como si la conocieran de toda la vida pues, Doña Bati, como el Arco de Trajano, es patrimonio netamente emeritense.

Y Doña Bati se ilusionó con un proyecto, un proyecto que, aunque gestado en los juegos de unos niños en Cantarranas (hoy zona de Las Tres Casas), iba a forjarse en Santa María, frente a su casa, en esa Plaza que observaba cada día nada más levantarse.

¿Y qué mejor forma de introducir en la ciudad la mayor de sus devociones? Los niños necesitaban ayuda y ella tenía la respuesta… el Cristo de Medinaceli anclaría su huella en la ciudad y con Él, el nombre de Doña Bati para siempre.

Y hoy, 75 años después, los herederos de aquellos niños que soñaban procesiones han querido hacer justicia y que su nombre quede grabado, para siempre, en los soportales de la Plaza para que, los que ya no conocerán los caramelos de la Mártir, ni los merengues, ni los quesitos, sepan que ahí, en esa casa, vivió la gran benefactora de la Cofradía Infantil y precursora de una gran devoción en la ciudad al Medinaceli.

Fue un acto sencillo y emotivo, cargado de sentimiento y de historia al que no faltaron el alcalde, Antonio Rodríguez Osuna, ni miembros de la Corporación. Un acto Cofrade en el que en Doña Bati se pusieron de manifiesto las grandes personas que, en 75 años, han traído a la Cofradía al día de hoy.

Y fueron tres de sus tataranietas quienes, en presencia de los nietos de Doña Bati, descorrieron la cortina que escondía el recuerdo a una gran emeritense cuya vida queda marcada a fuego en la historia de la ciudad.

Y de repente, como el que no quiere la cosa, tras un año de ausencia, volvieron a salir de la Confitería los Caramelos de la Mártir. El último regalo de Doña Bati a la ciudad de Mérida.

Fotografías: Raúl Flores Hernández.

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