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Dolor y amor de Jueves Santo

Crónica del Jueves Santo 2023. Castillos

Redacción: Manuel López Díaz

Fotografías: Luis Gallardo Ruiz y José Luis Moreno Palmerín

¿Se imaginan ver a su hijo clavado en la cruz? No hay mayor dolor que eso. No hay mayor injusticia

Jueves Santo. Día de dolor, de penitencia y de amor. Mucho amor. El amor de una madre que puede con todo y que acompaña a su hijo hasta el último segundo. Que lo sigue, lo guía, le aconseja hasta el final de sus días.

Porque… ¿Se imaginan ver a su hijo clavado en la cruz? No hay mayor dolor que eso. No hay mayor injusticia. No hay un sufrimiento peor, más duro y más cruel. Pues eso, precisamente, fue lo que mostraron a Mérida un año más Nuestra Señora del Mayor Dolor y el Santísimo Cristo de los Remedios.

Con la cruz de guía ya en la calle ‘los castillos’ iniciaban su segundo desfile procesional con muchos fieles a la salida acompañando al dolor y al amor.

El Santísimo Cristo de los Remedios, en silencio, con tristeza y luto, recorrió las calles céntricas de la ciudad con el señor crucificado. Mientras, por detrás , su madre le aguardaba hasta el último segundo, en una plaza de España a rebosar de gente.

Después, en el silencio se puede palpar el arrastre de los pies de los costaleros que bajan la rambla y se acercan al hornito. Al llegar se paran frente a Santa Eulalia para esperar a su madre.

Nuestra Señora de los Remedios apuraba sus últimas fuerzas y se colocaba a escasos centímetros de su hijo. Ahí solo estaban ellos. Una madre que recoge en su pañuelo las últimas gotas de sangre de su hijo, mientras una oración abraza y acompaña el momento.

La emoción se apoderó de los últimos instantes de la recogida donde tanto el Cristo como la Virgen brindaron su última levantá a las acompañantes de la virgen, las madrinas, que año tras año realizan su particular penitencia.

Al grito de ¡Vivan los costaleros!. Así entraba el Santísimo Cristo de los Remedios que tras terminar su penitencia, los costaleros, salieron para presenciar la entrada de su madre.

Los cirios de la virgen lloraban y ponían fin a una noche de dolor y a otro Jueves Santo donde el amor de una madre queda patente una y mil veces más.

Galería de Imágenes: Luis Gallardo Ruiz y José Luis Moreno Palmerín.

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