Crónica Madrugada del Viernes al Sábado Santo (Vía Crucis) 2015
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“Rey de reyes, que hiciste de la cruz el trono de tu realeza, danos fuerza para construir en este mundo el Reino de los cielos. Por nosotros te sometiste incluso a la muerte, por eso te suplicamos que nos enseñes a hacer siempre la voluntad del Padre.“
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VIA CRUCIS
La impresionante talla del Santísimo Cristo de la O, espera en la Concatedral de Santa María la hora en que doce nazarenos, vestidos con las túnicas negras propias de la Junta de Cofradías, lo eleven sobre sus hombros para conducirlo hasta el Anfiteatro Romano de Mérida, y allí protagonizar el solemne Vía Crucis.
El tañido de la campana de la parihuela sobre la que descansa la imagen, marca el inicio de este acto. La Cruz de guía abre camino, escoltada por nazarenos que portan sobrios faroles de mano, que iluminan el camino de nuestro venerado Cristo de la O (talla anónima del siglo XIV). Un ronco sonido de tambores va marcando su avance silencioso por las calles de Mérida. Le acompañan varias centenas de personas que desean realizar este camino junto a Él, y que previamente han realizado una oración y manifestado su voto de silencio.
En el interior del Anfiteatro Romano todo está preparado para recibirle, una gran cruz formada por grandes velas ubicadas en braseros, ilumina el foso de este edificio con más de dos mil años de historia, declarado Patrimonio de la Humanidad, coetáneo de Jesucristo. Alrededor de su arena se han distribuido las Estaciones del Vía Crucis. La Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, ocupa su lugar para dar comienzo a este acto de oración y reflexión. El público comienza a entrar en silencio, y va ocupando las zonas del graderío preparadas para acogerlos. Fuera, a lo lejos, se comienza a escuchar el sonido de los tambores que anuncia la inminente llegada del Cristo de la O. Legionarios romanos de la “Leg. V Alaudae” salen a su encuentro para introducirlo y abrirle paso hasta el Anfiteatro. Una vez en la puerta lateral del edificio, el público que acompaña a la imagen accede primero a su interior, mientras el Cristo de la O espera hasta que todo el público se encuentra acomodado. Los legionarios de la V “Alaudae” van tomando posiciones en cada una de las estaciones del Vía Crucis, así como los nazarenos que acompañan al Cristo y la Capilla Gregoriana rompe el silencio de la noche para iniciar el cántico del “Miserere mei Deus”.
La imagen del Cristo de la O hace su entrada en la arena del Anfiteatro Romano, y un haz de luz la ilumina. Se inicia el Vía Crucis, cuyos textos han sido redactados este año por el sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid.
“Primera Estación:
Jesús es condenado a muerte.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Pues por su santa cruz redimiste al mundo.”
Cada estación va describiendo los pasos de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y tras la lectura del texto, una oración nos invita a reflexionar sobre situaciones actuales, cotidianas, en que podemos volver a vivir situaciones como las recreadas en el Vía Crucis de Nuestro Salvador: críticas injustas e hipócritas, humillación y maltrato sobre indefensos, odio entre pueblos, razas, religiones, violencia gratuita, el sufrimiento de las madres, la obsesión por las modas, la necesidad de superar los obstáculos del día a día, lo necesario de la solidaridad con los más necesitados, del compromiso y la responsabilidad para ayudar a cambiar este mundo, evitar los abusos en la buena fe de otros, vestir a los que nada tienen, a superar lo que nos separa, a ser capaces de darnos a los demás, de participar activamente en cada Eucaristía, de confiar en que a esta vida efímera le sucederá otra eterna y distinta a esta.
Entre cada estación, acompañando el desplazamiento del Cristo de la O, que va recorriendo toda la arena del Anfiteatro, la Capilla Gregoriana va desgranado sus canticos, y poco a poco vamos reflexionando sobre todo cuanto tenemos que aprender de Nuestro Salvador:
Con la Decimoquinta Estación: Jesús resucita de entre los muertos, concluye este Vía Crucis, pero no la procesión, el público abandona en silencio el recinto del Anfiteatro, a continuación los nazarenos, y por último la imagen del Santísimo Cristo de la O, mientras se escucha el “Medía vita in norte sumus”, entonado por la Capilla Gregoriana que permanece en la arena.
Se inicia el camino de regreso a la Concatedral de Santa María, y de nuevo un numeroso grupo de personas acompañara al Cristo de la O, caminando en silencio tras Él, recorriendo el antiguo Foro de Emérita Augusta, pasando junto al Templo de Diana, y concluyendo nuestro acto de oración en la Concatedral, en la que podremos besar la mano del Santísimo Cristo de la O. La procesión ha concluido.
Galería Fotográfica: