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Y pasó la paz

Crónica del jueves santo. cofradía de la paz 2020. #SSMerida2020Virtual

Recordando el Jueves Santo de la Cofradía de la Paz

9 de abril de 2020

Redacción: mario hernández

Imágenes: María Bermejo, marco a. sánchez nova, José manuel romero cerrato (Mané), Manuel Molina Bolaños, Y Francisco Rosco Rosco.

Y PASÓ LA PAZ.

Decía el poeta Pascual González:

“Y hay que ver que chiquitita, sólo tres letras la llaman, ¡hay que ver con qué poquito bautizaron su fragancia, que no hay nombre más bonito en la tierra para llamarla!, quien no se acuerda un ratito todos los días de su semblanza…

…hay que ver con qué poquito bautizaron su mirada, que no hay nombre más bonito en la tierra para llamarla. ¿Quién no se acuerda un ratito, todos los días de su semblanza?…

…para sentir su dulzura de blanco sosiego y calma.”

Estas palabras martilleaban en la jornada de ayer a muchos cofrades emeritenses que cada Jueves Santo esperan con ilusión, que el faro que ilumina la ciudad desde San Francisco de Sales, inunde de luz la tarde de la jornada del Amor Fraterno. Una luz que no iba a llegar, ni por activa ni por pasiva, pues el día estaba dispuesto a ser plomizo, gris y lluvioso.

Pero la luz brillaba escondida en un rinconcito de San Francisco de Sales, junto a Jesús del Prendimiento. Esa luz que desprende Paz a las almas, tan necesaria en los días que estamos viviendo.

La puerta de la Parroquia de San Francisco de Sales amanece con dos ramos de flores e, intuimos, que alguno que otro complementando la belleza de ese rinconcito de madera que, en la parroquia, se convierte en remanso de Paz y Redención

Mientras, a lo lejos, se escuchan los “cantes y jaleos” a la Señora que más disperso tiene, más allá del III Mileno, su rosario devocional en tantas y tantas viviendas que fueron haciendo que, su imagen, quedara anclada en varias barriadas de la ciudad.

Familias que se marcharon del entorno de la parroquia y que, cada Jueves Santo, acuden, como las abejas en la primavera, al entorno en el que nacieron sus grandes devociones y que hoy, las veneran desde el corazón, en silencio, con cientos de lágrimas corriendo por sus mejillas.

Recordando el Jueves Santo de la Cofradía de la Paz

Así las cosas, la lluvia (¿por qué no consolarnos si podemos?) impidió que Judas volviera a traicionar a Cristo junto al Acueducto de los Milagros. Impidió que el Señor del Prendimiento llegara, con esa mirada al frente, de resignación, al Hornito de Santa Eulalia, pero no impidió que, en la noche, en el negro de la noche del III Milenio, consumara su traición en esta Semana Santa atípica que, pese a no tener Estaciones Penitenciales, debe seguir su curso en el silencio, la oración y la rememoración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor en la intimidad de nuestras casas, esperando, impacientes, el domingo de Gloria.

Pero no impidió que Ella, la blanca paloma, el suspiro blanco del Jueves Santo, revoloteara por toda la ciudad cuando, a las ocho de la tarde, ésta rompió a aplaudir desde los balcones. Esos balcones olvidados que decía en su día Paco Vadillo y que en estos días se han convertido en espacio vital de convivencia, desahogo y homenaje a quienes, como auténticos ángeles, velan por todos nosotros y por nuestros enfermos.

Una Paz que buscamos, no sólo hoy, sino todos los días del año y que, en este Jueves Santo, en la madrugada, subía junto al acueducto de San Lázaro, toda llena de luz para, poco antes de llegar a su templo, llevarse a su rinconcito de madera a quien suspiró por su mirada, a quien le sonrió cuando no recordaba, a quien la necesitaba en el último aliento de vida que correteaba por la antigua calle Mesto del barrio de casitas encaladas, de familias que no tenían nada suyo, donde todo era de todos, donde el barrio era una gran familia. Ella estuvo ahí, por ello, él la esperó a que pasara.

Lo que es la vida, Judas traiciona a Cristo con un beso, esa muestra de amor que llevamos más de un mes sin poder darnos, ese último beso a quien parte a la casa del padre, ese beso reconfortante en medio de la enfermedad. Este Jueves Santo es, más que nunca, el día de los besos que no pudimos dar y que quedarán marcados a fuego en el alma.

*A Rafa, que volvió a sonreír al paso de la Virgen de la Paz y a todos aquellos que, en estos días, se marchan solos desde una habitación de hospital

Imágenes en la Memoria:

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