Jueves Santo de traición
|
“No hay peor enemigo para las Cofradías que la lluvia“ |
No hay peor enemigo para las Cofradías que la lluvia. Único elemento adverso contra el que no pueden luchar los cofrades. El Jueves Santo, cuando todo parecía que estaba en calma, el cielo se volvió traicionero. De manera traidora, sorprendía a dos cofradías en la calle que, confiadas en la claridad y tranquilidad del cielo, y la ausencia de aire, salieron a la calle.
La primera de ellas, la Hermandad de la Vera Cruz. El Cristo de la Vera Cruz comenzaba a expirar en La Antigua y avanzaba poco a poco hacia la estatua del Padre Panero mientras la calle Fernando González Guillén se iluminaba de verde con los ojos de María Santísima de Nazaret.
Mientras la Vera Cruz avanzaba, la cruz arbórea de la Cofradía de la Paz aparecía bajo el dintel de San Francisco de Sales. Todo era júbilo en la parroquia pues aunque los pronósticos no eran favorables en los días previos parecía haber tregua pero… nada de eso, todo era una emboscada.
Así, el paso del Prendimiento se hacía grande junto al acueducto de San Lázaro. El discípulo traidor consumaba su papel en la Pasión con ese beso que entregaría al Hijo del hombre. Mientras, la blanca paloma hacía acto de presencia llenando de alegría y jubilo a sus fieles conforme comenzaba a dar los primeros pasos. La blanca Paz de San Francisco de sales iba envuelta en un halo de blancura a los sones de su Agrupación Musical.
Así las cosas, la sensación de que el Jueves Santo no se perdía en Mérida comenzaba a extenderse por toda la ciudad. Los Ferroviarios salían a la Avenida de Extremadura con el paso del Descendimiento, donde destacaba el renovado aspecto de los Santos Varones y María Magdalena. Rosas de pitiminí para un Misterio que se enmarca en cualquiera de los rincones de la ciudad con extraordinaria belleza.
Tras el Descendimiento llegó la Esperanza extraordinariamente llevada por sus costaleros. El soberbio paso de palio presentaba novedades como la colocación de los pequeños faroles de sus candelabros de cola en los laterales del paso, todo un acierto que completaba, aún más, el exquisito trono de orfebrería.
Avanzaban los Ferroviarios por la Puerta de la Villa cuando el cielo consumó su traición. Tres Cofradías en la calle se veían en la tesitura de tomar decisiones sin llegar a esos puntos denominados “de no retorno”. Así las cosas, los Ferroviarios acortaron su recorrido por San Francisco para regresar a Santa Eulalia mientras comenzaba a arreciar la lluvia.
La Vera Cruz, justo en la mitad de la subida de la Rambla, decidía dar la vuelta en la Puerta de la Villa y regresar a su barrio de la Antigua. Con un esfuerzo titánico de los costaleros del Cristo y de la Virgen, en poco más de una hora se plantaba en la puerta de su iglesia, siempre arropada por cientos de personas que la despidieron a la entrada.
¿Y la Paz? La Paz buscó cobijo en Santa Eulalia ¿Dónde si no? En la Parroquia que le dio origen y que esa noche de lluvia interminable le dio cobijo. Poco a poco, fueron ubicándose en la carpa con la colaboración de las cofradías de la Parroquia. Nervios, tensión, los Ferroviarios regresaban por la Avenida de Extremadura a paso de mudá para entrar en la Basílica.
Así las cosas, entre las dos cofradías, lograron acoplarse perfectamente mientras, en el altar de Santa Eulalia, el Hermano Mayor de la Cofradía del Nazareno anunciaba, nuevamente, la dolorosa decisión de que la Cofradía, al igual que el día anterior, volvía a quedarse en casa.
De esta manera el cielo, traidor, dejó a Mérida a medias en un Jueves Santo que apuntaba prometedor. Nos dejó la estampa de la Blanca Paloma en la Basílica de Santa Eulalia, la estampa de Pepa, camarera de María Santísima de Nazaret llorando en la Puerta de la Villa y nos robó la esperanza de encontrarnos con el Nazareno, seguido del Cristo de los Remedios en una noche en la que, para todos, el dolor se convirtió en Mayor Dolor.
Ya de madrugada, en la Ermita del Calvario, llegaba otra decisión no esperada: la suspensión de la Estación de Penitencia del Cristo del Calvario. Aún así, la Hermandad rezó su oración en la parroquia y, en la ermita, procedió al descendimiento del Cristo de manos de los antiguos Hermanos Mayores y del Hermano Mayor de la Cofradía Infantil.
Aún así quedaba la Esperanza de la procesión extraordinaria pero eso ya era harina de otro costal.
Galería Fotográfica:
Vídeo: