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Paz, Gabriel y Esperanza

CRÓNICA JUEVES SANTO 2018
Fecha:
30 de marzo de 2018
Redactor:
Mario Hernández Maquirriaín
Fotografías:
Manuel Molina Bolaños
Antonio Moreno Barriga
José Manuel Romero Cerrato
Marcos Sánchez Nova
Francisco Rosco Rosco

“Singular homenaje al pequeño Gabriel en una metáfora que se convierte en homenaje a una madre que ha demostrado coraje y misericordia quedando en paz por encima del dolor.“

El Jueves Santo empieza pronto, demasiado pronto. Y pasa como un suspiro, ese suspiro que el Santísimo Cristo de la Vera Cruz exhala en la Antigua y que se vence ante la muerte del Santísimo Cristo de los Remedios. Tarde de contrastes, de luz, de blanca Paz y verde Esperanza, un verde que se clava en las pupilas de la Virgen de Nazaret y que se torna en negro en el manto de Nuestra Señora del Mayor Dolor.

Empieza pronto, sí, pero da gusto saborearlo. Saborear ese aroma imaginario del barrio de la Paz que, cada Jueves Santo, cobra vida mientras se balancea el olivo del Prendimiento de Jesús. Tarde de luz para recibir a la blanca paloma, esa gitana guapa que, en cada chicotá, va robando corazones. Blanco inmaculado de la virgen morena que, con sinuoso paso, avanza a los sones de la banda de música de Fregenal de la Sierra, principal novedad de la jornada.

Jueves Santo 2018. Cofradía de la Paz Fotografía: José Manuel Romero Cerrato

Y con la Paz no pasaba desapercibido el respiradero en el que, aferrada a la orfebrería, aparecía una paloma blanca con un pececito azul en su ala. Singular homenaje al pequeño Gabriel en una metáfora que se convierte en homenaje a una madre que ha demostrado coraje y misericordia quedando en paz por encima del dolor desgarrador de la injusta pérdida de su pequeño. La cofradía se toma las cosas en serio y, su paso por el recorrido así lo rubrica.

Y tras la Paz, la Esperanza, ese joyero de plata que cada Jueves Santo cierra el cortejo ferroviario en el que, de manera parsimoniosa avanza el Descendimiento con un destacado gusto en cuanto al exorno floral y la vestimenta de la Magdalena que, sudario en mano, espera a que descuelguen el cuerpo inerte del Hijo del Hombre.

Jueves Santo 2018. Hermandad de la Vera Cruz Fotografía: Marcos Sánchez Nova

Y es la Esperanza, la misma por la que muchos ferroviarios han llorado días atrás, quien camina cerrando el cortejo con su manto de siempre, más bello si cabe, dejándonos atrás el amargo gusto del engaño al que ha sido sometida la Cofradía. Nadie se acordó del manto al ver la cara de la Esperanza que, con su banda de música llegada de Higuera de la Sierra, ha levantado pasiones en la tarde del Amor Fraterno. Conjunción perfecta para un palio mandado por el pregonero del Costalero, Mariano Roncero, que ni se inmutó cuando, en Santa María, el cielo comenzaba a llorar de forma débil… porque está convencido de que siempre queda la Esperanza. ¿Hablamos de flores? Las rosas en tonos verdosos de la Esperanza, todo un alarde de buen gusto y elegancia.

Jueves Santo 2018. Cofradía Ferroviaria Fotografía: Antonio Moreno Barriga

Tras el verde; el silencio y la penitencia. Capirotes blancos que despuntan al cielo sobre túnicas negras de luto en la Vera Cruz. Es Cristo, agonizando sobre un monte de lirios, todo poder en la exhalación del último aliento del cielo emeritense que, al llegar al Hornito, comienza a oscurecerse dejando solo unos pocos resquicios de luz que llegan a alumbrar los ojos abiertos del crucificado.

Avanza parsimonioso mostrarnos el faro verde que, desde La Antigua, alumbra los veleros de las almas emeritenses que se rinden ante la belleza de María Santísima de Nazaret. Un museo andante, con poderío, del bordado emeritense por excelencia. La Virgen de Nazaret, aquella hebrea humilde que ensimismó a los devotos emeritenses, se presenta como una reina en un espectacular paso de palio.

Sonrisa entremezclada con el llanto que, al llegar a Santa Eulalia, mira de reojo buscando la muerte serena del Santísimo Cristo de los Remedios que, tras su aroma a incienso y rosas, sale a la avenida para mostrarnos que, por la cruz, llegamos a Él y que por la Cruz, encontraremos la Salvación.

Jueves Santo 2018. Cofradía del Nazareno Fotografía: Manuel Molina Bolaños

El Cristo de los Remedios es la muerte de Cristo por excelencia en la Semana Santa de Mérida. Sobre su soberbio trono de caoba, y enclavado en un monte de romero, nos muestra el trono del Rey de Reyes, del aquel que vino a salvarnos del pecado y que abre sus brazos en señal de amor fraterno.

Le sigue de cerca Nuestra Señora del Mayor Dolor que, con el tintineo de sus varales, va entonando una nana para el hijo recién muerto, para el que, al tercer día saldrá resucitado por la misma puerta por la que, ahora, nos lo muestra inerte, clavado en la Cruz.

La Virgen del Mayor Dolor que, como la madre de Gabriel, el pescaito, muestra su mirada redentora y nos enseña que, esta muerte, ha servido para algo. Al menos para que nos demos cuenta que, por muchos años que pasen, las miserias humanas seguirán conmocionando cada día de nuestra vida. Para eso está Ella, para recordárnoslo en cada tintineo de sus varales.

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