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Mientras la ciudad dormía

Era un año más y no era un año más, una nueva cita con la Patrona, pero no una cita cualquiera. Era 9 de diciembre, de esos de libro, de esos en los que lloviznea durante toda la jornada y que, justo en el momento de comenzar a perder la esperanza de que todo va a seguir el guion previsto, la Esperanza, esa que reside en Santa Eulalia, agita su manto verde para que nuestra Mártir volviera a asomar bajo el dintel de la Basílica.

Y, como digo, no es un año más… Es el Año, su Año, el Año en el que Eulalia va a sonar en todos los rincones de la ciudad más fuerte que nunca, en todos los rincones de aquellos pueblos y ciudades que llevan su nombre o la tienen por Patrona.

Su presencia bajo el dintel, mientras el fuego se adueñaba, espectacularmente, de la oscuridad de la noche, levantó emociones en el atrio que, totalmente transformado, olía a fiesta, a celebración, a que algo grande iba a suceder cuando, en la mañana del domingo regresara al mismo sitio en el que, bajo el manto de la noche, brotaban las lágrimas de sus fieles, de los y las emeritenses que la veneran porque, como dijo el periodista Juan Pedro Sánchez “a Eulalia no se le reza, se le venera”.

Arrancaba la procesión que era preámbulo de una noche que daría paso a un día glorioso, una noche que le dejó sorpresas como la gran petalada en el Templo de Diana de los jóvenes Eulalienses, o la alfombra de sal que, realizada por los jóvenes de la Cofradía Infantil, le recibió a los pies de la Concatedral, a la que llegó, como siempre, en loor de multitudes.

Eulalia descansó nuevamente en la Concatedral sabiendo que, la jornada siguiente, además de histórica, iba a ser acelerada, diferente y emocionante, esto último por Ella, porque Ella merece que su Año Jubilar se abra por todo lo alto y era consciente de que así sucedería.

Mientras la ciudad dormía, 20 corazones llegados desde Ponteareas, desde la lejana Galicia, caminaban hacia el Hornito para prepararle el primer gran regalo que iba a recibir en el día histórico de la apertura del Año Jubilar.

Con precisión, frío, y algo de lluvia fina, los Alfombristas do Corpus Christi comenzaban a dar forma a una impresionante obra maestra del arte floral, de 9 metros de diámetro, cargados de simbolismo Eulaliense, emeritense y gallego.

Mientras la ciudad dormía, a las seis de la mañana, técnicos de televisión ponían todo a punto para una retransmisión, que ya ha pasado a la historia, y que llevó a toda Extremadura y al mundo todo lo que ocurrió esa mañana en el atrio de la Basílica.

Mientras la ciudad dormía, el atrio era un ir y venir de operarios de efectos especiales para uno de los momentos que ha quedado grabado en la retina de quienes lo presenciaron, en vivo o a través de la televisión. Un ir y venir de los responsables de que todo estuviera coordinado, fantasmagóricos en la oscuridad, de negro riguroso, trasladaban vallas enfundadas de rojo de un lado a otro.

Mientras la ciudad dormía se colocaban altavoces, luces, y todo lo necesario para el concierto de apertura que nos dejó una cosa clara “tenemos un nuevo espacio para actividades culturales”.

Mientras la ciudad dormía, Maribel, de Floristería Acacia, se afanaba en exornar floralmente la puerta románica de la Basílica por la que se entraría en la apertura del Año Jubilar.

Y mientras la ciudad comenzaba a despertarse, Eulalia ya estaba nuevamente en la calle, más pronto de lo habitual pero, la ocasión lo merecía. Su trayecto hasta su Basílica iba a ser más triunfal que nunca. Sobre las 11,50 (aquí hay que dar la enhorabuena a los responsables de la procesión) ya estaba pisando la alfombra de flores para entrar en el atrio, su atrio, donde quedaban por suceder cosas maravillosas.

Avanzaba Eulalia buscando el dintel de la Basílica, mirando a su pueblo, cuando dos grandes columnas de humo rojo y blanco, se lanzaban hacia el cielo lanzando miles de papelillos rojos y blancos y, desde distintos puntos del mismo, nuevas columnas así como tiras de serpentina en los mismos colores. Todo un espectáculo visual que, llegado el momento, cubrió toda la Avenida mientras, desde la torre de su camarín, salía nuevamente una columna blanca y roja. Sin duda, un espectáculo difícil de describir con palabras y que arrancó las ovaciones de las miles de personas presentes.

Eulalia entró en su Basílica dejando en el suelo una gran alfombra en sus colores blanco y rojo, con las emociones a flor de piel, para que se procediera a la apertura de la Puerta Santa, esa que, durante un año, hará que nos ganemos la indulgencia del Jubileo.

Tras la espera, amenizada por la Asociación Folklórica de la Antigua, comenzó la procesión litúrgica presidida por el Arzobispo, Don Celso Morga, y en la que, tras una preciosa liturgia, se abrió la puerta románica de la Basílica, ya Puerta Santa, por la que entró la comitiva seguida de autoridades y el pueblo.

Como colofón a la mañana, tras la Eucaristía, unas migas con vino de pitarra dieron el sabor Eulaliense a una jornada a la que, por la tarde, le quedaban emociones con el Videomapping y el concierto de apertura. Una jornada histórica que ya queda para el recuerdo, fuertemente agarrado en el sentimiento Eulaliense.

Fotografías y Videos: Luis Zama Álvarez, Paco Rosco Rosco, Manolo Molina Bolaños y Raúl Flores Hernández

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