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Mérida huele a cielo

Crónica del Pregón de la Semana Santa de Mérida 2024

¿A qué saben las nubes? Nos llevamos preguntando desde el inicio de los tiempos algo que nunca tenía respuesta. Desde el pasado sábado, ya sabemos que, al menos, las de Mérida saben a cielo, porque Mérida huele a cielo, y lo sabemos porque tuvo que venir Eva Fernández a sacarnos de la duda en el transcurso de un pregón histórico para Mérida.

Y con ese olor a cielo, entremezclado con el del incienso, llegamos a la Basílica martirial de Santa Eulalia para escuchar la palabra de Eva Fernández en el Pregón de la Semana Santa de Mérida. Un acto en el que entramos expectantes y salimos extasiados de todo lo que ocurrió entre los muros milenarios y sobre el túmulo martirial de Santa Eulalia.

Y con Eulalia entró de la mano Eva Fernández en el Pregón, “en el zaguán de la Semana Santa de tu Año Jubilar, mi querida Niña Eulalia, como alcaldesa perpetua de Mérida te cedo a ti la voz de mando para que me ayudes a anunciar aquello por lo que diste la vida: lo que llevamos conmemorando desde que hace 2024 años la cruz puso el reloj a cero, marcando nuestros calendarios con una locura de amor que hoy me toca a mí pregonar sin terminar de explicarme qué hace esta periodista aquí, una pregonera sin militancia cofrade, sin ni siquiera poder presentarme ante vosotros portando una medalla colgando del cuello que refrende el derecho a asomarme a la historia de una ciudad con una Semana Santa escrita por los emeritenses que te habitan y que te precedieron a lo largo de los siglos” como carta de presentación abriendo, desde ese zaguán a una noche en la que los corazones se pusieron a mil.

Porque nada más transcurridos cinco minutos del pregón, cuando desde el primer segundo ya se había metido en el corazón de los presentes, la pregonera dijo: “ciudadanos de Mérida, hay alguien en Roma que hoy quiere estar presente entre vosotros. Un auténtico honor, un privilegio para esta ciudad que siempre será recordado. Santo Padre, para usted la palabra en este pregón…”.

En ese momento, en las dos grandes pantallas dispuestas a ambos lados del presbiterio, apareció la imagen del Papa Francisco que, mirando fijamente al público dijo “Buenas noches cofrades de Mérida, buenas noches emeritenses”. Momento en el que un silencio sepulcral recorrió la Basílica y todas las miradas, muchas de ellas llorosas, se clavaron en las pantallas y, por supuesto, con la reacción habitual de subir los móviles y captar el momento.

Fueron casi 5 minutos en los que el Santo Padre estuvo, virtualmente, en Mérida, convirtiéndose en pregonero de la Semana Santa, en el primer Papa que participa en un acto de Semana Santa fuera de la Ciudad Eterna, porque este Papa, cada día que pasa, nos sorprende más. “Gracias por permitirme formar parte del Pregón de vuestra Semana Santa, única en el mundo, porque muy pocas ciudades pueden revivir estos días que cambiaron la historia de la humanidad en escenarios de más de 2.000 años de antigüedad, contemporáneos a los que Cristo sufrió la pasión” dijo el Santo Padre mientras los presentes aguantaban la respiración.

Y así, de la voz de Francisco, salieron afirmaciones como que Mérida es Cuna del Cristianismo en Hispania y primer destino de peregrinaciones de la historia, o cuando se dirigió a las Cofradías de Mérida “que durante todo el año trabajan para contribuir a que la Semana Santa deje huella, huella indeleble y permanente en las vidas de todos los que contemplan las Estaciones de Penitencia. No es un acontecimiento de espectáculo, es una proclamación de nuestra salvación, por eso debe dejar huella”.

Fueron tantos los mensajes que lanzó el Santo Padre en apenas cinco minutos que el tiempo pasó como un suspiro cuando apenas respirábamos de la emoción, especialmente cuando se dirigió a los jóvenes para decirles que “son el presente y futuro de las Cofradias de Mérida”.

Finalizaba el Papa bendiciendo a la ciudad de Mérida y su ya habitual ruego “recen por mí” momento en el que un sonoro aplauso rompió el silencio y comenzaron a brotar las emociones. La humildad de Eva en ese momento quedó latente cuando, prosiguiendo con su pregón dijo “gracias, gracias de corazón, Santo Padre por haber entrado en la historia de la Semana Santa de Mérida. Gracias por habernos dedicado este tiempo, y por tener a Mérida en su corazón. Recordaremos siempre sus palabras. Sobran de hecho, sin duda, las que quedan por decir a esta pregonera”.

Pero a la pregonera le quedaban muchas cosas por decir y, cuan Ave Fénix, se creció en su pregón con un texto cargado de bellas historias vividas con el Santo Padre, en esa Semana Santa de Mérida en la que, a través de la Virgen, nos llevó de la mano de la vida de Jesús de Nazaret, desde su niñez hasta su gloriosa Resurrección.

“Treinta y tres años de convivencia con tu hijo desfilan ante ti, María Santísima de la Amargura, Santísima Virgen de los Dolores, Virgen de la Soledad, Nuestra Señora del Mayor Dolor, Santísima Virgen de las Angustias, María Santísima de las Lágrimas…
¡Emeritenses, qué bien habéis sabido nombrar en vuestras cofradías la pasión de una madre que ve morir a su Hijo!” Manifestó la pregonera en un texto eminentemente mariano.

Para ello, se metió en la piel de las madres en los conflictos bélicos y nos recordó que siempre seamos agradecidos con ellas porque llegará el momento en el que no podamos hacerlo.

En un alarde de maestría fue recorriendo estampas de la Semana Santa de Mérida, extrapolándolas con todo tipo de situaciones vividas “Mérida, de vuestra Semana Santa se aprende tanto, que ni siquiera harían falta pregones”.

Ya en el último tramo, la pregonera recreó los últimos momentos de María durante las Siete Palabras de Cristo, entrando y saliendo de la Semana Santa de Mérida y transportándonos a todo tipo de situaciones en el mundo con una fuerza indescriptible que parecía que el tiempo, ese cuyo paso es inexorable, se detuviera en la Basílica.

Llegaba el final del pregón para que, a modo de lanzada, la pregonera traspasara, aún más, el corazón de los emeritenses “por eso Niña Eulalia, aunque no sea cofrade yo velaré por tu Semana Santa allá por donde vaya. Gritaré a la Señora, ¡Guapa! en cada salida y recogía.
Y si me permites la osadía, cuando llegue el final de mis días,
te pediré que recuerdes aquel pregón que vine a anunciar en Mérida.
Tómalo como aval para mirar de reojo mi vida y colarme en el Cielo, Madre Mía”.

Tras ello convocó a todos y a todas a estar dispuestos para la Semana Santa “es hora de convertirse en testigos, honrando a quienes ya no están aquí y tanto echamos de menos. Proteged vuestra Semana Santa tal como hicieron vuestros mayores. Nazarenos, Cofrades, Hermanos: ¡Mérida os está esperando!”

De repente, el público, emocionado, se puso en pié con una gran ovación a la pregonera repitiéndose los “bravos” ante una pregonera feliz, cercana y amable que, sin duda, en poco más de una hora, resolvió su falta de militancia cofrade pues, de lo que no hay duda, es de que el sábado 16 de marzo, se coronó una COFRADE con mayúsculas la que se autodenominó “emeritense expatriada en Roma y embajadora de Mérida en la ciudad eterna donde, por cierto, también tiene que oler a cielo.

El broche de oro a una gran noche llegó de la mano de la Banda Municipal de Música y el Coro Caesar que, dirigidos por Pilar Vizcaíno, remataron una noche que ya ha pasado, con letras de oro, a la historia de la ciudad de Mérida.

Pregón completo por gentileza de TV Extremeña

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