La grandeza de lo pequeño
“Que no quede sólo en este gesto” reivindicó la Pregonera del Costal y del Varal, Inmaculada Herrero, el hecho de ser la primera mujer en subir al atril desde el que se convirtió en la voz de costaleras, costaleros, portadoras y portadores, incluyendo a todos en una misma denominación “hermanos”.
Así las cosas la voz de Inma sonó clara y contundente. Dicen que lo bueno, si es breve, es doblemente bueno. Por ello, el pregón de Inma pasó como un suspiro que, como la buenas fragancias, impregnó el ambiente en una casi abarrotada Iglesia de Cristo Rey.
Repasó la Pregonera si vida cofrade y su vinculación con el propio Templo en el que se celebró el Pregón. “Yo ayudé de niña a conseguir el dinero para construir esta iglesia” quizá por ello la providencia quiso que ella fuera la primera en subir a ese altar que preside el Cristo del Calvario.
Repasó su vida de madre en lo inicios de la Cofradía de la Cena cuando su pequeño Josemi vestía la túnica de nazareno, sus conversaciones con Patro, el cómo enseñó a rezar a una costaler que se lo pidió “¿Quién soy yo para enseñar a rezar?” se preguntó en su discurso.
Por ello en lo pequeño, en lo breve, está la grandeza de hilar un pregón que no dejó ningún asunto pendiente. Por ello, el abrazo de madre e hijo, una vez finalizado el acto, nos devolvió a la Inma madre que, un día, llegó a ser Capataz y pregonera.