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Había ganas

Había ganas, muchas ganas de salir a la calle en procesión. Muchas ganas de ver disfrutar a los infantiles alrededor del palio de su Madre. Ganas de pisar la plaza, de recorrer las calles que, el Domingo de Ramos y el Lunes Santo, se tiñen de rojo infantil.

Ganas de ver cofradía, ganas de ver abrirse el portalón de Santa María, puerta de gloria para los cofrades. Por ello, los infantiles se afanaron en que la jornada se sintiera por todo el recorrido… y lo consiguieron desde primerísima hora de la mañana cuando, a la altura del Templo de Diana, los jóvenes comenzaban a crear la maravillosa alfombra de sal sobre la que pasaría la Virgen.

Y lo hicieron ante la atenta mirada de personas, de Mérida o que hacían turismo en la ciudad, que pasaban por el entorno viendo las tareas de elaboración de la misma.

La fachada de la concatedral se vistió de gala con colgaduras y una balconera en rojo desde el balcón de la Guía porque, tras la puerta, bombeaba, cada vez con más fuerza, el latido de los infantiles.

Tantas ganas había que, hasta en lo meteorológico, parecía Lunes Santo.  Las nubes, traicioneras, recibieron a la Cruz de Guía con un pequeño chaparrón. Tras momentos de incertidumbre, la Cofradía decidió avanzar siguiendo los pronósticos que, hasta ese momento, no daban agua.

La Virgen salió bajo palio y llovizna mientras ya bajaban por la calle el Puente las representaciones de las Cofradías de Mérida y la de Jesús Nazareno de Calamonte. Era ese justo momento en el que la Virgen del Rosario tomaba su plaza, la que gobierna, para avanzar al ritmo de “Rosario de Mérida”.

A partir de ese momento, la incertidumbre dio paso al júbilo y al disfrute de una noche especial en la que numerosas calles del recorrido se abarrotaron de público ¿por qué? Porque había ganas de llegar a Romero Leal y de que el paso de palio caminara bajo una intensa lluvia de pétalos que sus jóvenes le regalaron. Esa era la única lluvia prevista y el cielo, al final, la respetó.

Había ganas de ver crecerse el Templo de Diana ante la Señora a la que, a los sones de Mi Amargura, sus costaleros le pegaron un paseón sobre la alfombra salina dejando atrás un reguero de lágrimas. Y había ganas de vivir la revirá de San José, esta vez en sentido contrario aumentando su dificultad y la maestría de capataces y costaleros.

En definitiva, era cuestión de ganas, de escuchar marchas interpretadas por la Banda de la OJE de Mérida, de escuchar los preciosos Campanilleros de la Banda Municipal de Bollullos del Condado y había ganas de volver a juntarnos, en la Concatedral, para emocionarnos tras cantar la Salve.

Fotografías y Videos: Luis Zama Álvarez, Paco Rosco Rosco y Raúl Flores Hernández

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