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Intuyendo al Nazareno

Crónica del miércoles santo. cofradía del nazareno 2020. #SSMerida2020Virtual

Recordando el Miércoles Santo de la Cofradía del Nazareno

8 de abril de 2020

Redacción: mario hernández

Imágenes: luis zama, antonio moreno barriga, marco a. sánchez nova, José manuel romero cerrato (Mané), Manuel Molina Bolaños, Y Francisco Rosco Rosco.

INTUYENDO AL NAZARENO.

Si hay una imagen en Mérida que sabe de penitencia, y de penitentes, es el Nazareno. Una penitencia que llega hasta el punto de que, por segundo año consecutivo, los emeritenses nos quedamos con el agrio sabor de no verle caminar por las calles de Mérida, con esa fuerza arrolladora con las que nos transmite todo el peso de la Pasión.

Miércoles Santo en Mérida, jornada especial en la Basílica de Santa Eulalia donde, desde primera hora de la mañana, todo es unir y venir en preparativos, detalles de última hora y, sobre todo, emoción, recuerdos y nostalgia, mucha nostalgia. Jornada en la que los devotos acuden a ver los últimos retoques, a dar esa oración, intima, privada, ante el dorado altar que, por la noche, se alzará sobre las manos de sus portadores mostrando así la grandeza del Señor en toda su plenitud.

El día amanece triste, envuelto en una intensa niebla impropia de la fecha que, lejos de trasladarnos a la jornada que vamos a vivir, nos lleva a los típicos días del diciembre emeritense y, como en esos días, el pensamiento está en la Basílica de Santa Eulalia, aunque más concretamente en el Nazareno. ¿Puede haber mejor binomio para un emeritense?

Y es que, si en días como éstos los sentimientos suelen estar a flor de piel, en esta Semana Santa se han visto elevados a la enésima potencia viviéndolos, además, de una manera íntima y, sobre todo, en una profunda reflexión.

La ausencia de movimiento en los alrededores del Atrio, un Miércoles Santo, nos invitan a valorar muchas cosas que, en cierta medida, nos pasan desapercibidas. La sola ausencia de los pasos, de las cruces apiladas, de los coches que entran y salen, dan paso a la meditación con quien, tras la puerta de la Basílica, a mano izquierda, sigue cargando con nuestra Cruz.

La soledad de la Puerta de la Villa, punto de encuentro del Nazareno con su Madre del Mayor Dolor, encoge nuestro corazón en un puño pues, ese momento, ese preciso momento en el que rezamos junto a la Madre y el Hijo, nos ha sido robado. Y el pensamiento, ante esa soledad, nos traslada a la soledad de las habitaciones de los hospitales y de las residencias donde, fundamentalmente nuestros mayores, se debaten entre la vida y la muerte en una lenta agonía que nos traslada al rostro del Nazareno.  A esa mirada que, especialmente cada Miércoles Santo, nos reta a seguir sus pasos en su Divina Misericordia.

Recordando el Miércoles Santo de la Cofradía del Nazareno

La Plaza de España no acoge, en este Miércoles atípico, cantos de la Coral; ni la de la Constitución evoca los momentos en los que Cristo, el Nazareno, se convierte en epicentro de las oraciones de los emeritenses. Los penitentes, los que por cientos le siguen cada Miércoles Santo, se afanan en dar consuelo a las familias, bienestar a los enfermos y garantizar nuestra seguridad en un confinamiento que, como decía el presidente de la Junta de Cofradías, nos ha llevado a vivir como las antiguas comunidades cristianas, convirtiéndonos en Iglesia Doméstica.

Y con el Nazareno la Madre, en su Mayor Dolor. Como el de tantas madres en las últimas semanas. El Mayor Dolor de una madre es no poder salvar a un hijo, no poder cambiarse por él en cualquiera de las circunstancias. El Mayor Dolor de una madre es no poder encontrarse con su hijo en el camino del sufrimiento y el no poder estar con él en el trance final.

El Mayor Dolor de una madre es perder a un hijo y Nuestra Señora del Mayor Dolor nos lo recuerda cada Semana Santa por las calles de nuestra ciudad, y nos muestra su fortaleza cuando se crece bajo el Arco de Trajano al son de las mejores marchas, música celestial para consolar a una madre que va a acompañar a su hijo sabiendo que, en el Domingo de Resurrección, volverá a encontrarse con Él en el mismo sitio, la Puerta de la Villa, para dar testimonio de la Gloria.

Encuentro, bendita palabra que, en estos días de confinamiento cobra una especial relevancia. Porque en esta larga Estación de Penitencia que estamos viviendo, el encuentro será, como en el Domingo, un gran momento de júbilo.

Es un Miércoles Santo en el que la pandemia nos ha robado los momentos de la tradición, en el que no hemos percibido el embriagador aroma del romero mezclado con el azahar, en el que no hemos escuchado los sonidos de las cadenas penitentes, ni el rachear de los costaleros.

Pero lo que nada ni nadie robará al Miércoles Santo, es percibir la presencia del Nazareno en la calle, avanzando en la Avenida de Extremadura para, en la puerta del atrio, volver a esperar nuestra penitencia. Porque el Nazareno sí ha salido en procesión, en la que llevamos por dentro. No lo vimos caminar, pero lo intuimos cuando se hizo presente en cada uno de los pensamientos que los emeritenses, en este Miércoles Santo inédito, tuvimos mirando a Santa Eulalia.

Imágenes en la Memoria:

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