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Nadie lo quería creer

Las noticias de que el Covid-19 se iba acercando corrían por la sociedad y, como no, por los grupos de costaleros.

¿Quién iba a decírnoslo? Esos ensayos en los que se hablaba del coronavirus como algo lejano, iban a ser los últimos de esta Cuaresma.

Todo el mundo lo veía venir, pero nadie quería creerlo: “Esto se arreglará antes de Semana Santa”, “Dicen que sólo hay que lavarse las manos” y otras frases por el estilo, recorrían los locales de las hermandades para intentar infundirse a uno mismo, y a los compañeros, esperanza.

Una de las peores noticias que pueden darle a un costalero en Cuaresma empezó a moverse por redes sociales, mensajes, llamadas… y, finalmente, comunicado de la Junta de Cofradías “Se suspenden los ensayos de portadores y costaleros”.

Esa semana habíamos tocado palo o varal por última vez este año, los ensayos habían terminado y, probablemente, no pudiésemos celebrar la Semana Santa en la calle.

Todo indicaba, y posteriormente se confirmaba, que no íbamos a poder rezar como mejor sabemos, con los pies y cerviz u hombro. No íbamos a poder realizar nuestra Estación de Penitencia este año y no, no era por culpa de la lluvia (ojalá lo fuese), si no por algo muchísimo peor.

Debo reconocer que ese fin de semana de Cuaresma fue uno de los más raros de mi vida cofrade y supongo que la de muchos de los que estáis leyendo esto. Por primera vez no había ensayos de costaleros en todo un fin de semana.

No solo no podíamos ensayar con nuestros pasos, es que no podíamos ni ir a ver ensayos de los compañeros de oficio de otras hermandades o de otros pasos de la nuestra. Andábamos desorientados.

Parece mentira como, tras estos anuncios, nos refugiábamos todos con nuestros hermanos y es que no solo somos compañeros de palo, no solo compartimos la carga de las parihuelas y las imágenes. El vínculo de un costalero con su cuadrilla va mucho más allá de eso, aquí se comparten todas las cargas de la vida y ésta lo era. El WhatsApp echaba humo, tanto por grupos como por conversaciones privadas, con compañeros, capataces y amigos cofrades en general.

Durante esta cuarentena cada uno lo lleva como mejor sabe y los costaleros como podemos: maquetas de pasos con los niños (y no tan niños), marchas en las ventanas, retos (cofrades, por supuesto) a través de redes sociales, los cultos (aunque de forma virtual) y sobredosis de incienso son algunas de las fórmulas más utilizadas.

Entre todo esto, se confirma que el confinamiento se alargará hasta después de Semana Santa y toca hacer algo que pensábamos que no íbamos a hacer hasta el día doce de abril: guardar las herramientas de trabajo. Fajas, costales y zapatillas vuelven a sus sitios de durante el resto del año. Eso sí, con la esperanza de no tener que esperar hasta la próxima Semana Santa, de poder procesionar con nuestros titulares pronto, de que toda Mérida les rece junto con nosotros.

Sin duda ninguna, la Estación de Penitencia más dura es la que no se puede realizar y esta Semana Santa viene para probar, directamente, eso a lo que recurre un costalero cuando el físico falla: la Fe.

Aunque esta sea la Estación de Penitencia más larga y difícil que vamos a soportar, saldremos adelante como siempre. Cuando acabe podremos abrazarnos y felicitarnos por haberlo hecho, una vez más, todos juntos.

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