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Más barrio que nunca

Crónica del Martes Santo 2021

Redacción: Ana Gaviro Gómez

Fotografía: Manuel Molina Bolaños, Marco A. Sánchez Nova y Francisco Rosco Rosco

El día comenzó pronto. Lo hizo casi tan gris como cualquier Martes Santo, pero ayer, como ya ocurriese el año pasado, nadie miraba al cielo. Todo el protagonismo se lo llevaban los barrios, sus parroquias, sus hermandades y cofradías.

Mérida fue ayer más barrio que nunca. Nunca un Martes Santo se había ganado tan a pulso el sobrenombre de ‘Martes de barrios’. Nunca Mérida y su Semana Santa vivió un Martes Santo tan especial.

El día comenzó pronto. Lo hizo casi tan gris como cualquier Martes Santo, pero ayer, como ya ocurriese el año pasado, nadie miraba al cielo. Todo el protagonismo se lo llevaban los barrios, sus parroquias, sus hermandades y cofradías.

La ciudad entera, era Hermandad y Cofradía. Como ya anunciase el pregonero de 2014, “Al Sur, La Argentina con La Cena; al Norte, San Juan y Las Lágrimas; al oeste, Nueva Ciudad y sus Tres Caídas”. Entre ambas, El Barrio, su Amargura y el Calvario. Junto a todas, el corazón de la ciudad, la Concatedral y sus Infantiles.

UN LUGAR INEDITO.

La jornada empezó pronto en Francisco Almaraz, inédito escenario de Martes Santo.

Durante todo el día, el monumental grafitti de Cristo Rey recibió jubiloso a los cientos de parroquianos, hermanos, cofrades y curiosos que se acercaron a observar los seis pasos, todos ellos montados y con sus imágenes entronizadas, que proporcionan una única y excepcional estampa con sólo asomarse al quicio de la puerta.

No hay más. La imagen te atrapa y casi sin querer te ves apoyado en alguno de los bancos traseros. Mirando ensimismado. ¿Se puede racionalizar la visión de tanta belleza junta? ¿De tantas oraciones y plegarias puestas, de manera íntima y suave, en los ojos de cada una de ellas?

Fuera, el coqueto atrio comienza a llenarse júbilo y abrazos imaginados de compañeros de trabajadera, de nazarenos con vaqueros y camisetas que dan luz a la tarde bochornosa, fiel a todas esas previas pasadas en las que el cielo los tuvo en un ¡ay!

A modo de función principal, la cofradía del Calvario celebra la Palabra.

No falta nadie, no falta nada.

Oraciones. Lágrimas. Recuerdos de un apenas atisbado mecer de Olivo; del movimiento cadencioso de los Flagelos; de zancadas calladas de sufrimiento Nazareno; de Amargura y Soledad, ante el Yacer entregado, indebido, inmerecido. Radiografía perfecta de nuestras vidas en el último año…Y Esperanza, la del cofre plateado, radiante, que esta Semana Santa acoge a la Santísima Virgen de los Dolores, símil perfecto para entender que sólo con la colaboración de todos, el futuro, la normalidad añorada, puede abrirse paso.

‘Estamos todos’, ‘Extraña tristeza’, ‘Silencio’, ‘Perdón’. ‘Ternura’ ‘Amor infinito’. Oración costalera que no se escucha, porque directamente se vive, se siente. La viven y la sienten (la vivimos y la sentimos) cada una de los que, un Martes más, han vuelto (hemos vuelto) a subir a por esa calle imaginada que nos lleva al corazón de un Barrio.

Oración al Costalero del Calvario:

LÁGRIMAS, SAETA Y ORACIÓN.

Repiques de campana a las cuatro de la tarde.

Caminar incesante de hermanos que se apresuran a llegar a la Iglesia. En alguna esquina ya se ve el verde y blanco de hábitos y capas. Hay quien no ha podido más y después de un año de pasión, sufrimiento y silencio ha sacado el ajuar reglamentario del armario. Es la constatación andante de la Esperanza que nos mueve a todos. El deseo –ansía perpetua diría yo- por empezar una nueva época que felizmente termine en una nueva estación de Penitencia.

Es quizás una de las parroquias más recoletas de la ciudad. Pero eso no fue problema, en un barrio, en una abnegada hermandad, que diseñó todo al detalle para que todo el mundo tuviera cabida ayer en ella a pesar de las restricciones de aforo. Hermanos, vecinos, costaleras y portadores…Todos tuvieron su momento íntimo de reflexión, plegaria y oración frente a un impresionante altar, exquisitamente cuidado. Lleno de la luz tenue, reconfortante, que invita a la meditación, que aportaba la candelería de Nuestra Señora de las Lágrimas.

Los suspiros cuasi amargos, alegres, perlados, de los presentes a cada celebración caen sutilmente por las caras cual gotas de rocío. No podemos olvidarnos de los que se fueron, de los que durante el tiempo de encierro revivieron la Semana Santa con los más diversos materiales: lanas, hilos, papel, cartulinas, muñecas y flores. Con ellos, el recuerdo de lo que, todo apunta, vamos dejando atrás. Altar efímero que siempre quedará en el corazón.

‘Que no me falte la voz. Es un rezo mi cantar. Es un llanto de alegría’. La voz de Eusebio Oliva convierte la oración callada en plegaria colectiva. En un sentimiento de Barrio que, un nuevo Martes, se rinde a sus titulares. De manera distinta sí, pero con la misma pasión, con el mismo entusiasmo, con la misma Fe.

Saeta por Eusebio Oliva:

LOS OTROS BARRIOS.

Mientras, en La Argentina apuraban las últimas horas. Después de dos días, todavía hay algún conductor que se sorprende al ver el gran portalón de Publio Carisio abierto y el impresionante paso de La Cena asomándose al quicio. En la Concatedral, el Rosario de fieles no cesó. Volvió a ser jornada de Injurias y Cautivos.

Y allí, al otro lado del río, preparan una salida que buscan ansiosos desde hace ya tres años. No hay cuerpo ni Fe que lo aguante. Por eso, la decisión está tomada y se atreven a sorprender a todos. Un aperitivo de lo que será el próximo desfile procesional en forma de varales, canasta y bambalinas que esperan la jornada grande de hoy.

La Cofradía Infantil; La Cena y Las Tres Caídas hicieron estación de penitencia Extraordinaria. El Calvario y las Lágrimas la hicieron por derecho. La Ciudad volvió a rendirse a tus pies Nazareno; volvió a coger tu mano Humilde.

Los barrios,… las hermandades, se abrieron ayer a Mérida como flor radiante de recién estrenada primavera. Todas ellas reclinatorios provisionales de agradecimientos sentidos; de oraciones individuales, de suspiros cofradieros expresados desde la cercanía a sus titulares y la emoción, el recogimiento y la alegría contenida de los hermanos, de las juntas de gobierno, de las comunidades parroquiales, de los vecinos…

Mérida, fue ayer más barrio que nunca.

Galería de Imágenes: Manuel Molina Bolaños, Marco A. Sánchez Nova y Francisco Rosco Rosco.

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