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La estampa, manoseada por el tiempo, felizmente recuperada

Nunca sabremos qué le pasó por la cabeza a la Infanta Carlota Joaquina de Borbón cuando, a sus 10 años, pasó por Mérida camino de Portugal para contraer matrimonio con el príncipe Juan de Portugal y convertirse, posteriormente, en reina del país vecino.

El caso es que la figura de Eulalia tuvo que cautivarla de tal manera que Carlota Joaquina decidió regalarle su traje de novia, en seda y plata, para que formase parte del ajuar de la Niña Eulalia.

Posiblemente en alguna ocasión nuestra Mártir lució dicha vestimenta y de la que no tenemos referencia gráfica. Lo que si es cierto es que Carlota Joaquina y Eulalia de Mérida fueron las grandes protagonistas del último domingo de septiembre del Año Jubilar Eulaliense.

Porque, como quien no quiere la cosa, Eulalia se mostró al mundo de una manera inusual, más sencilla pero elegante. Ofreciendo una estampa inédita que ya queda guardada en los pliegues de la memoria colectiva y en ese pequeño tesoro Eulaliense que, cada emeritense, conserva en su corazón.

O ¿Me van a negar ustedes que, con ese manto sobre los hombros, y sin pliegues sobre los brazos a la romana, no nos tendía los brazos? La estampa, tierna y cercana, sólo quedará grabada en quienes se acercaron a su veneración y sintieron que así cobraba más humildad su presencia.

Era, sin duda, una estampa manoseada por el tiempo, esa estampa que pasa de generación en generación y que cobra el valor que cobra solamente por quienes la han acariciado. Ustedes me entienden ¿No?

Extraordinario el ambiente, cada cosa en su sitio. Desde las ramas de los naranjos de la Plaza de España, del corazón de su ciudad, hasta los blancos pétalos que, si como de una nevada anodina de septiembre se tratara, rodeaban si imagen.

La niña de Mérida vestida de Reina, la niña de Mérida que se presenta, en su Año Jubilar más cercana y directa al abrazo con su pueblo. Así fueron las cosas en una tarde para la historia. En su tarde septembrina en la que se acerca a ese pueblo al que nunca le da la espalda.

Ojos de padres emocionados por presentarle a Eulalia el fruto de su matrimonio. Ojos de hijos e hijas que, acompañando a sus padres, ya mayores, cumplen estrictamente con la tradición emeritense, y hijos a abuelos y abuelas que, aferrados a las pequeñas manos de sus nietos y nietas, les transmiten ese sentimiento emeritense inquebrantable.

Y los ojos de los que no están, de aquellos que, cada último domingo de septiembre, se acercaban a Santa Eulalia como si de un rito se tratara. Estaban ahí y, quién quiso verlos, los vió y lloró con ellos.

Cerraba así Eulalia su Trecenario predicado por Vicarios, Obispos y Arzobispos en su Año Jubilar. Si Trecenario en el que se volvió a recrear su Vía Martyrum por las calles de la ciudad y con ellos sellaba nuevamente el compromiso de los emeritenses con su ciudadana más ilustre. ¿Se puede pedir más?

Mérida, en este 29 de septiembre de 2024, cumple con la tradición ancestral de revivir su encuentro «de tú a tú» con la Patrona, estampas inolvidables que nos hacen entender que la grandeza de las cosas están guardadas en estos pequeños momentos.

Galería de Imágenes: Manuel Molina Bolaños y Ángel Espinosa

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