Con la venia

“Pam, pam, pam” sonará el Llamador, aldaba de nuestra Hermandad, a las puertas de la Sagrada Cena mientras la tutela de Nuestro Padre y Señor San José nos protege, como cuidó a Nuestra Madre y a su Hijo, Pan de Amor, durante su vida. De Belén a Egipto; de Egipto a Nazaret; en el taller, en la escuela y en casa. No sé qué sería de nosotros sin su divina protección.

Sabemos, como San José, que esto también pasará. Lo recordaremos quizá como el año que procesionamos solitariamente. Y habrá un pasado que se irá para siempre, mientras quedará un futuro que todavía es nuestro.

Con la sangre de nuestra túnica, el alma, vida y corazón de nuestro palpitar; y la voz que aletea quedamente de Juan, Abel, Isabel, José Antonio, Isabel y Tania que se escuchará en nuestros corazones el domingo 5 de abril a las 5 de la tarde. ¡Las cinco de la tarde! Cuando Mérida se despereza llorando nosotros levantamos a pulso, una señorial levantá, nuestra Cruz de Guía, los pasos de la Sagrada Cena y el Palio inconcluso de la Virgen del Patrocinio. Estará más triste y desarbolada que nunca la Plaza del Teatro Romano, esa que una vez al año luce esplendorosa cuando pasamos los Domingos de Ramos.

¿Quién me prestará una escalera para subir a tu Paso y encenderte la candelería cuando volvamos? ¿Quién nos aupará en el repechón de las traseras del Romano? ¿Quién pronunciará el “despacito ahora que llegamos”? Yo os lo diré: Ella, Nuestra Señora del Patrocinio, a quien acudimos con los ojos bien abiertos, venciendo la incredulidad, viendo y creyendo como santo Tomás, para encontrar en esos ojos la mirada que da respuesta a todas nuestras dudas.

Y entonces, en la intimidad de nuestras casas habrá palmas y olivos, y evangelio de la Pasión y nos pondremos la medalla que prendida en nuestros pechos elevará una oración por los nuestros.

Pablo Burgos Mejías.

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Hermanos en Cristo:

Podemos decir que vamos a vivir una Semana Santa atípica, diferente, peculiar, pero estoy convencido de que no, de que a pesar de no realizar nuestras Estaciones de Penitencia,  sí vamos a vivir una Semana Santa en la que no olvidaremos la caridad.

Esa caridad de Dios hacia nosotros, que tanto nos amó que nos entregó a su propio Hijo, y lo hizo, por nuestra salvación, hasta su Pasión y muerte en la cruz. Así, viviremos la Semana Santa como la historia de amor más grande jamás contada.

Es duro pensar que este año no habrá cofradías recorriendo las calles de nuestra querida y bimilenaria Mérida, pero al mismo tiempo somos nosotros los que recurriremos a cada cofradía, porque Cristo y su Santísima Madre estarán ahí durante el año.

No veremos el grandioso y casi multitudinario “cortejo de los infantiles” en la Plaza de Santa María momentos previos de sacar nuestras Estaciones de Penitencia,  pero estoy seguro que con la Semana Santa Virtual podremos seguir con nuestro ritual tan íntimo y tan particular que forma parte de ellas, de hacer las oraciones que repetíamos bajo el cubre rostro, de dar un beso a la medalla de los que ya no están pero que siempre vienen con nosotros cuando nos vestimos de nazareno, portador o costalero; o para rezar ese rosario de dedo, lleno de cera, que nos acompaña cada Semana Santa y nos protege el resto del año.

La Semana Santa te sigue esperando donde solías, en el mismo sitio y a las mismas horas. Que sea lo que Dios quiera.

Agustín Delgado.

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