Tarde de duras decisiones
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“¿Riesgo o prudencia? Esa era la disyuntiva a la que se enfrentaban los hombres y mujeres que tenían que tomar la decisión“ |
Justo cuando la Esperanza se posaba un año más en la Basílica de Santa Eulalia, comenzaba a desvanecerse en la Ermita del Calvario. A esa hora, con caras de preocupación, comenzaban a entrar los miembros de la Comisión Permanente de la Junta de Cofradías para sopesar la posibilidad de que la Procesión Extraordinaria pudiera celebrarse esa misma tarde.
Los partes meteorológicos no eran nada seguros, había probabilidad de chubascos y tormentas en el espacio horario de las 18 y las 20 horas.
¿Riesgo o prudencia? Esa era la disyuntiva a la que se enfrentaban los hombres y mujeres que tenían que tomar la decisión.
Consultados todos los partes, llamados los sitios de referencia, no había opción, con trece pasos en la calle, en ese arco horario, el recorrido.común era una auténtica ratonera.
¿Opciones? Pocas, no cabía la posibilidad de enfrentar a un riesgo innecesario el patrimonio de las hermandades y, fundamentalmente, el capital humano que acompañaría la procesión: más de 1500 personas, así como del público asistente.
Dolorosa decisión que cayó como jarro de agua fría en la Ermita del Calvario, donde estaban ya motandos los pasos del Cristo del Calvario Yacente y la Santísima Virgen de los Dolores, Jesús de la Humildad y el Santísimo Cristo de la Vera Cruz. También en Santa Eulalia, con sus hermandades y el Prendimiento, en San José con na Cena y en Santa María con la Infantil y Tres Caídas.
Así y todo, la tarde iba bien pero a las 19.30, comenzaron a formarse tormentas sobre la ciudad que dejaron agua en un buen espacio de tiempo.
Mientras, la Hermandad del Calvario, planteaba su Estación de Penitencia para las 20 horas y, cuando más agua caía, decidió también la suspensión del cortejo.
Nos quedaba la Soledad. Los partes vaticinaban que el cielo daría una tregua que no llegó. Así, a las 21 horas, el cielo.comenzó a descargar intensamente sobre Mérida, no parando hasta las 00 horas, llevándose la ilusión de ver pasearse a la Soledad por las calles del Calvario.
El Viernes Santo quedaba definitivamente roto, sin opción a la improvisación. Pero el devenir de la jornada dejó otra reflexión para el recuerdo “el que toma decisiones es el único que tiene derecho a equivocarse o acertar”. Finalmente la Junta de Cofradías acertó y evitó que el Viernes Santo fuera recordado, en vez de por la Extraordinaria, por una mala e improvisada decisión
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