Acompañando a Cristo en su Cruz
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“Era ya eso de mediodía, cuando se oscureció el sol y toda la región quedó en tinieblas…“
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“Era ya eso de mediodía, cuando se oscureció el sol y toda la región quedo en tinieblas …”, de esta forma, el Evangelista nos describía la atmosfera que rodeo el momento de la muerte de Jesús, y pareciera como si la meteorología hubiera querido reproducir ese ambiente hoy, y así invitarnos al recogimiento y la reflexión.
La lluvia caída sobre Mérida, obligó a alterar los recorridos de las Estaciones de Penitencia previstas para el Viernes Santo. Y el Vía Crucis no iba a ser una excepción. Poco antes de la hora prevista para su inicio, la lluvia volvió a hacer acto de presencia, y obligó a trasladar el Vía Crucis que se iba a celebrar en el anfiteatro romano, para realizarlo en la Concatedral de Santa María, templo que acoge la imagen del Santísimo Cristo de la O, imagen titular de la Junta de Cofradías de Mérida; llamada así por el hecho de que esta iglesia, heredera de la catedral visigoda de Santa María de Jerusalén, estuvo bajo la advocación de la Virgen de la O, Nuestra Señora expectante ante su maternidad.
Esas mismas adversas condiciones meteorológicas, habían obligado a que la imagen del Santísimo Cristo del Calvario Yacente, tuviera que buscar refugio en este mismo templo pocas horas antes, y de esa forma en el interior de la Concatedral de Santa María estaba representa, en imágenes, las escenas que el Vía Crucis nos narra: Jesús, condenado a muerte (Cristo de Medinaceli); Jesús, carga con la Cruz (Cristo de la Injurias); Jesús encuentra a su Madre (Virgen del Rosario); Jesús muere en la Cruz (Cristo de la O), Jesús es colocado en el sepulcro (Cristo del Calvario Yacente).
La imagen del Santísimo Cristo de la O, talla de autor anónimo, de inspiración flamenca, característico del periodo gótico tardío, presidía el presbiterio. Tras él, se situó la Capilla Gregoriana del Stmo. Cristo del Calvario, y a sus lados los miembros de la Junta de Cofradías y los portadores del Cristo de la O, vestidos con sus características túnicas negras.
El “Cantos ad Pacem” de la Liturgia Mozárabe, interpretado por la Capilla Gregoriana, inicia el Vía Crucis, en el que se van desgranando sus catorce estaciones, que nos introducen de lleno en la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, propiciando un ambiente de intimidad, en el que cada uno de los presentes, puede acompañar a Jesús en su camino con la Cruz.
Los textos que siguen a cada una de las estaciones, nos plantean situaciones que ayudan a meditar y reflexionar, y entre cada una de las estaciones, las voces de la Capilla Gregoriana nos invitan al recogimiento. De esa forma, avanzamos en el camino de la Cruz, reflexionando sobre situaciones que nos suceden en nuestro día a día: la incomodidad de la verdad, el egoísmo, el desánimo, la indiferencia ante el dolor ajeno, la insolidaridad, la cobardía, el conformismo, la hipocresía, la soberbia, la ausencia de compromiso, la insensibilidad, el miedo a la muerte, la desesperanza, la falta de fe. Y ante cada una de estas situaciones, vamos solicitando la ayuda de Jesús para superarlas, para avanzar en el camino que cada uno tiene ante si.
La imagen del Santísimo Cristo de la O, ante él que innumerables generaciones de emeritenses se han detenido para expresar sus súplicas, sus oraciones, sus acciones de gracia, escucha hoy nuestras peticiones. Él nos sigue esperando. Y escuchando. Ofreciéndose para acompañarnos en nuestro particular caminar.
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