
De la Soledad a la Esperanza
Crónica de la Soledad 2025. Calvario
Redacción: Mateo Pinheiro.
Fotografías: Raúl Flores Hernández.
Sus ojos se han convertido en surtidores de lágrimas, llora desesperada, y entre suspiro y suspiro, va recordando toda lo vivido con él, desde el minuto uno, desde la Encarnación.
Cae la noche, el silencio lo envuelve todo, Cristo ha sido depositado en su sepulcro, parece que todo acabó, María se queda sola, camino de vuelta a la casa, triste, dolorosa, con el dolor que solo puede sentir una madre cuando pierde a su hijo, no hay consuelo posible para apaciguarlo.
Sus ojos se han convertido en surtidores de lágrimas, llora desesperada, y entre suspiro y suspiro, va recordando toda lo vivido con él, desde el minuto uno, desde la Encarnación.
Recuerda aquel viaje hasta Belén, se aproximaba el parto y no encontraban lugar donde descansar, el momento en que lo tuvo por primera vez en sus brazos que daba por valido las angustias por no encontrar aposento. Llegó la primera felicidad, el amor de una madre por su hijo.
Pero a continuación se acuerda del dolor por abandonar Galilea y huir a Egipto, para poder salvar la vida de su hijo pues Herodes iba a buscarlo para matarlo, pero alegría por ver cómo iba creciendo a salvo y con el cuidado de José.
Dolor al recordar las palabras del viejo Simeón, cuando fueron a presentarlo en el Templo, y la vaticinó que una espada la atravesaría el cuerpo, si una espada, la del dolor.
Momentos de amargura y angustias, vividos a los pies de la cruz, en su descendimiento y cuando lo depositaron en sus brazos, antes del traslado al sepulcro. Dolores de una madre, que no dejó en ningún momento solo a su hijo, demostrando el amor hermoso que siente una madre por los suyos.
Pero empezó también a recordar todas las enseñanzas de Cristo, a recordar todos los mensajes que dio y que muy pocas personas entendieron, como cuando dijo a los judíos que destruyesen el Templo y que en tres días lo levantaría. Ella lo empezó a entender, pues desde el minuto uno sabía lo que le estada destinado y sabía lo que quería decir.
En ese momento, las lágrimas de dolor se tornan en alegría, pues sabe que no es el fin, que llega el principio, que al tercer día resucitará y ella no pierde la esperanza de la palabra dada, pues confía en Él.
Continua su camino por las calles del Barrio, de ese Barrio que la ha acogido en su casa después de estar toda una vida en la Concatedral de Santa María, en silencio. Tan sólo se oye el rachear de pies de los costaleros, de esos costaleros que la llevan por su barrio. Y todo el barrio y su cofradía la acompañan en este caminar en soledad, tan sólo acompañada por la luz de algunas velas que llevan algunas mujeres, hacia la esperanza de la Resurrección.
