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Crónica Soledad 2017

Fecha:
15 de Abril de 2017
Redactores:
Mario Hernández Maquirriaín
Luis Gallardo Ruíz (Costalero)
Fotografías:
Manuel Molina Bolaños

“Ahora, como siempre, en medio del murmullo que rodea la ermita, se va a escuchar un “irse haciendo la ropa”. Y créeme Mario, el cuerpo tarda en responder, sólo pide descanso pero el corazón no le deja ¿cómo dejar a una madre sola en un momento así?.”

EL DIÁLOGO DE LA SOLEDAD.

Tras las oficialidades del Santo Entierro y una vez depositado el Cristo Yacente en la ermita del Calvario, la plaza comienza a quedarse vacía,  en silencio. Algunas personas, en pequeños corros, comentan cómo ha sido la tarde e, incluso, los incidentes de la “Madrugá” de Sevilla. Así las cosas, los costaleros comienzan a abandonar la ermita para, tras un refrigerio, volver al palo.

Los costaleros de la Virgen de los Dolores tienen la doble misión de, en una sola tarde, pasear a la Madre de Dios bajo las advocaciones de Dolores y, en unas horas, Soledad. Y es así como se queda el que esto escribe, en soledad. Así, pensando en cómo ha ido la Semana Santa, en los aciertos y en los errores, van pasando las horas hasta que comienzan a llegar los costaleros y muchas mujeres que acompañarán a la Virgen en esta noche oscura.

Entre ellos, mi hermano Luis Gallardo, compañero de Junta de Gobierno y buen cofrade que pone los pies a la Señora de Mérida junto a los otros corazones que le acompañan. Le saludo, y le pregunto qué es lo que está por pasar y me responde:

“Ahora, como siempre, en medio del murmullo que rodea la ermita, se va a escuchar un “irse haciendo la ropa”. Y créeme Mario, el cuerpo tarda en responder, sólo pide descanso pero el corazón no le deja ¿cómo dejar a una madre sola en un momento así?”

La verdad es que me maravillan sus palabras que salen del corazón. Me cuenta algo que puedo comprobar con mis propios ojos  “poco a poco los costaleros nos vamos juntando por grupos para ayudarnos unos a otros, no sólo para vestirnos, sino para dar ánimo y fuerza. Llega el momento de tirar el costal, la piel se resiente tras horas de esfuerzos y un breve descanso”.

De repente suena la voz del capataz, Antonio Arriaza, que dice

“Vamos al sitio”

Soledad 2017
Fotografía: Manuel Molina Bolaños

Gallardo me comenta que compruebe como  “Ahora se va a hacer el silencio total. Desde ese momento, Mario, estás solo, con tus pensamientos, con la Señora.” Yo le pregunto ¿y en qué piensas en medio de este silencio?  -los ojos se le ponen vidriosos- “recuerdas a tu gente, por qué y por quién estás allí y, con nuestra naturaleza egoísta, pides a una Madre Dolorosa por todos y cada uno de ellos; y por ti”.

Se atreve Gallardo a hablarme de egoísmo cuando, tras cuatro horas de Estación de Penitencia, se vuelve a meter al palo. No es egoísmo, es compartir y recordar a los que, en su día, estuvieron en su sitio. Conocí a su abuelo, Luis Gallardo, qué mejor ejemplo de aquello de “dichosa la rama que al tronco sale”.

Las puertas se abren, la luz de la cera se mezcla con la del exterior bajo el paso. Me pongo tras el respiradero, a su altura, y le pregunto ¿ahora qué? y me responde “miras a la cara a tus compañeros, que están  expectantes,  hasta que se escuchan los tres golpes de martillo y nos colocamos. Un golpe más, todo está listo. Al quinto, el paso levanta, la Santísima Virgen de los Dolores en su Soledad no aguanta más en el interior de la ermita junto al cuerpo sin vida de su Hijo y busca el abrigo de su pueblo”.

“Venga de frente” manda Arriaza.

Le pregunto a Gallardo que cómo van y me matiza que  “el racheo es el de los pies de una madre, cansados tras una semana que comienza gloriosa y llega al Viernes con el mayor de los sufrimientos”. Percibe desde el interior, como yo puedo comprobar desde el exterior,  que hay más público y me lo comenta “este año la acompaña más gente de lo tristemente habitual. Escucho voces rezando fuera” ellos lo hacen dentro del paso.

La Virgen hace un recorrido bastante más corto que otros años por las calles del barrio. Como viene haciendo cada año desde que la Señora cambió de casa. ¿Qué escuchas Luis? “Escucho los cantos de los fieles que nunca faltan a la cita a los que, por lo que veo tras el respiradero, se unen este año caras nuevas, algunas familiares y otras extrañas”.

Es cierto, desde fuera se aprecia público de distintos puntos de la geografía española  y del resto del mundo. “Estos vienen a acompañar a la Señora antes de marchar y rezar el Vía Crucis junto a su Hijo en el anfiteatro” me comenta Luis tras el respiradero.

Al llegar a la puerta de la ermita se escucha un “Darse la vuelta” de boca del capataz.

¿Qué sientes costalero? “Siento que la pasión de una madre llega a su fin, poco a poco la dejamos en la ermita para que acabe su sufrimiento, la próxima vez que la veamos será junto a Jesús Resucitado, feliz pero aún con las marcas de lo que es el mayor dolor que puede sufrir una madre”.

Al acabar la estación, los costaleros se funden en un gran abrazo. El palo les ha unido bajo la madre que, con el palio del cielo emeritense, ha visto aliviada su pena por el esfuerzo de sus costaleros.

              (Costalero)

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