El beso tierno del Domingo de Ramos
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“La imponente escena de Jesús del Amor partiendo el pan ante sus discípulos hizo olvidar por unos momentos al agobiante calor de primavera con el que les recibió la tarde.“ |
Británica en la salida. Británica en la llegada –la madrugada del Lunes Santo sólo les prestó escasos diez minutos para que se terminara de recoger el cortejo- y británica en el procesionar por las calles de Mérida. Es lo primero que hay que destacar de la Estación de Penitencia de la Cofradía de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio en el estreno del reciente nombramiento como Fiesta de Interés Turístico Internacional. Sin duda le ganaron el partido al ídem que, entre el Mérida y el Coria, se jugaba en los aledaños de la Iglesia de San José. Ganaron por goleada y se llevaron el apoyo del barrio.
Se plantaron en la plaza Margarita Xirgú y Mérida les acogió con los brazos abiertos. La imponente escena de Jesús del Amor partiendo el pan ante sus discípulos hizo olvidar por unos momentos al agobiante calor de primavera con el que les recibió la tarde. Las nubes negras corrían en sentido contrario y el beso, la ternura, el más allá del Amor se plantaba en esa plaza de granito pétreo y daba luz…la luz del Domingo de Ramos. Era Nuestra Señora del Patrocinio. Elegante. Seria. Decidida a reivindicar su papel como Madre, como brazos suaves que mecen, que cuidan, que dan Esperanza.
Espectacularmente adornada con liliums blancos y rosas color champagne en la delantera, el rojo pasión de las astromelias impregna toda la escena de color, apuntando a ese impresionante tocado… Imposible, ante tal imagen, no fijarse en sus ojos de Amor, en sus manos acogedoras. Ya estamos en mitad del recorrido y se va de la plaza al son de Mi Amargura. Tan elegante en el andar como ha llegado. Sin estridencias. Sin alharacas. Con la suavidad de un beso en la mejilla.
A ambos les esperan los jóvenes del Grupo de Cámara de la JOCME en el Templo de Diana. Allí cientos de personas, al son del ‘Ave María’ de Cachini y, de nuevo, Mi Amargura, les muestran el camino al barrio que les espera. Empieza a caer la noche y la impaciencia es cada vez más cierta.
En último tramo la empinada subida por la calle José Sáez de Buruaga debe ser la protagonista. Sin embargo, una estampa extraña llama la atención del que busca La Argentina. Ojos nuevos, ajenos a la ciudad, se asoman a la esquina de la calle Villafranca de los Barros. Proceden de algunas de la decena de autocaravanas aparcadas frente a la fachada del estadio Romano. Es singular la escena…la cofradía vuelve a ganarle la partida al fútbol en el Domingo de Ramos.
Casi a oscuras, la sobrecogedora mirada de Judas, desafiante pero temeroso de medrar ante los ojos de tantos, pone punto y final a una tarde-noche en la que el beso tierno de María, La Patrocinio, Nuestra Señora, nos recuerda que siempre habrá un Consuelo…
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