Hosanna al Hijo de David
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“Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor…” |
Amanecía el Domingo de Ramos en Mérida, esa mañana especial que tanto esperan los cofrades y en el que la ciudad comienza a despertar de la Cuaresma para vivir intensamente los días de Semana Santa.
Y como manda la tradición, repetimos el rito de entrar, con olivos y palmas, en el primer templo de la ciudad: la Concatedral de Santa María.
Mañana de estrenos, de salir en familia, de esperar con impaciencia a que las puertas de los templos se abran para que el río de cofrades de todas las tonalidades, se desparrame por las calles de la ciudad bimilenaria.
Bajo un cielo grisáceo en el que el sol intentaba colarse tímidamente por cualquier rendija, la procesión partía, después de la bendición de palmas y olivos, desde el Templo de El Carmen para, como si de una entrada triunfal se tratase, buscar el Arco de Trajano, una de las puertas de entrada a la ciudad y que ha presenciado, erguido, el devenir de la ciudad.
Ya en carrera oficial, los cánticos del coro de Santa María llenaron la Plaza “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor…” para entrar en la Concatedral. Allí recordaba Antonio Becerra que los cofrades deben buscar la gloria de Dios y no la propia y que, como viene sucediendo en el día a día, siguen existiendo muchos Cristos que son alabados el domingo y, esos que alababan, lo crucificaban el viernes.
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