TOP

Cruel noche de «calabobos»

Crónica del Miércoles Santo 2025. Castillos

Redacción: Mario Hernández Maquirriaín

Fotografías y Vídeos: José Luis Moreno Palmerín y Marco A. Sánchez Nova.

No hace falta que Él nos busque, lo podemos encontrar todo el año en su Basílica, junto a la puerta, para escuchar tantas y tantas cosas que tenemos, y queremos contarle.

El tiempo juega sus cartas y, como si de un broma macabra se tratara, volvió a hacer de las suyas jugando con la ilusión de los cofrades y del numeroso público que esperaba ver por fín, después de la suspensión del año pasado, al Nazareno por las calles de Mérida.

Esa lluvia escurridiza, tanto que ni la detectaban los radares, cubría la ciudad de Mérida con el denominado «calabobos» y que, una vez suspendida la Estación de Penítencia, dejó de caer. Lluvia traicionera, esquiva y maquiavélica que ha impedido que Él pusiera su gran zancada sobre las calles de Mérida.

La Hermana Mayor de la Cofradía, y éste que escribe, tenemos una teoría acerca de por qué el Nazareno nos priva de su presencia en los dos últimos Miércoles Santo. Confío en romper la teoría en la jornada de Jueves Santo si nuestro Nazareno, pisa suelo emeritense. Aún así, la teoría me la guardo en el más absoluto de los secretos.

Porque el Nazareno es mucho Nazareno, no hay más. Él es la piedra angular de la Semana Santa de Mérida. Él es a quien esperamos ver, errante, por las calles de Mérida para recordarnos que sigue siendo el mismo que bendijo a nuestros abuelos y a nuestros padres y que, seguro, bendecirá a nuestros hijos.

No hace falta que Él nos busque, lo podemos encontrar todo el año en su Basílica, junto a la puerta, para escuchar tantas y tantas cosas que tenemos, y queremos contarle.

Así las cosas, el ambiente en la carpa desde la que iba a salir la imagen, junto a Nuestra Señora del Mayor Dolor, era raro, de desconfianza. Todos los partes apuntaban a una solución estupenda para una noche que se metía en agua pero la traidora echó por tierra cualquier atisbo de que la Cofradía pusiera su Cruz de Guía en la calle.

Segundos que parecían minutos, minutos que parecían horas iban pasando en los relojes de quienes esperaban que, al menos, pudieran recorrer alguna de las calles de Mérida cambiando su recorrido. Ni esa oportunidad se nos dió. Este Miércoles Santo no estaba para Él, como tampoco lo estaba, al otro lado del río, para el Cristo de las Tres Caídas.

Lo más sorprendente ha sido la serenidad vivida en la carpa. Aunque la procesión iba por dentro, la Hermandad era consciente en todo momento de una decisión consecuente. Una decisión que partiera más de la cabeza que del corazón. Y más cuando los partes eran favorables.

Las miradas se clavaban en el Nazareno y en su Madre del Mayor Dolor que, preciosa, presidía el paso de palio con elegancia y dulzura. Como siempre, la madre esperando paciente, acogiendo a sus hijos que deseaban portarla por las calles de la ciudad.

Un Miércoles Santo que no pudo ser, como dijera la cronista el año pasado «fue hasta cruel» porque la lluvia traicionera, cobarde y miserable se apartó en el momento en el que la Hermana Mayor comunicase la suspensión de la Estación de Penítencia y Joaquín Mateos se arrancara con saetas ante los pasos.

En definitiva, algo pasa en Carderos que no permite que pasen Cofradias por su entorno. Quién sabe… Posiblemente todo tenga una explicación pero, desde luego se escapa de nuestro alcance.