Todo rosal, tiene su rosa podrida. Con esta categórica afirmación, el que fuera capataz del Prendimiento, Manuel Fernández, argumentaba su predilección por llevar un rosa negra en el centro de rosas rojas que cada año embellece este grupo escultórico, el primero genuinamente emeritense.

Tras su fallecimiento, la Cofradía ha mantenido la decisión de ‘Lolo’ decomo homenaje. Es un acierto, porque además de perpetuar la memoria de uno de los capataces que se fue al Balcón de los de Arriba, es la imagen más bella, sencilla y natural de la representación y significación bíblica de lo que supone el paso que los 55 hombres y mujeres llevan sobre sus hombros cada Jueves Santo.

Traición. Dolor. Resignación. Ante lo que se sabe que va a suceder. Ante lo que se ve venir. De la mano de amigos, pero también de desconocidos que en un momento determinado te buscan para servirse y que sirvas a sus intereses.

Con un caminar cadente y serio, conscientes, -o no, pues de los amigos no se sabe nunca  ni se espera- de que había ganas,  La Paz puso en la calle en este Jueves Santonun desfile ordenado, medido, sin faltar a su esencia, pero tampoco a la tradición, en el que el negro de la rosa se transformaba en aliento, en abrazo, en ‘hermano yo te acompaño, no me sueltes. Siempre estoy a tu lado’ del también de color negro, lazo de su respiradero. Memoria de los que se fueron, pero también memoria de la inocencia que no pudo ser.

Detrás, la luz de la Virgen de la Paz. Incontestable, radiente blanqura y esperanza de amor fraterno. El mismo por el que Le entregaron. El mismo por el que la traición sigue siendo un pecado venial.

Trazos negros para una tarde que, a pesar del no color del cielo, vuelve a mostrarnos la exquisitez de lo sencillo.