Crónica Domingo de Ramos 2016 (Infantiles)
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“Al fin llega el día, todos saben que está cerca el galileo que hacía milagros, y ciertamente lo esperan con ansiedad, porque es el que venía a liberar al pueblo de Israel. Y en la Jerusalén hispana todos salien a la calle para recibir al Rey de los judíos, un Rey humilde montado sobre una humilde “burrita”, y así lo es. ” |
JERUSALÉN HISPANA, ¡ GOZA A TU REY !
Al fin llega el día, todos saben que está cerca el galileo que hacía milagros, y ciertamente lo esperan con ansiedad, porque es el que venía a liberar al pueblo de Israel.
Y en la Jerusalén hispana todos salen a la calle para recibir al Rey de los judíos, un Rey humilde montado sobre una humilde “burrita”, y así lo es. Toda esa humildad llevada con dignidad de Rey sobre las andas de madera tallada que, como árbol fiel, sostiene el peso del enviado por Dios a salvar al mundo. Cientos de palmas doradas como el sol que contrastaban con el rojo intenso de túnicas y capirotes.
Y al fin las puertas de la que fuera en otro tiempo Santa María de Jerusalén se abren, y suena música y algarabía, y los niños están contentos porque ven contento a Jesús el Nazareno, aquel maestro de la Ley que hablaba tanto a niños como ancianos de amor, un amor como nunca antes nadie ha conocido. Un mensaje nuevo que enciende los corazones y aviva el espíritu.
Una larga hilera de nazarenos de terciopelo rojo, surge por la Calle del Puente para encarar el Guadiana y, en un repentino requiebro, acarician la entrada que desde el Puente Romano se adentra en la Alcazaba Árabe que, impertérrita, contempla el paso de la comitiva festiva que acompaña al Gran Profeta que venía de Galilea.
En unos metros, la Estación de Penitencia recorre siglos como quien recorre baldosas de un suelo cubierto de una Historia que se rinde ante la majestuosidad del paso de esta Cofradía Infantil que con 50 almas debajo, mece un grupo escultórico que, desde lo lejos, parece integrarse en cada una de las piedras del Conventual Santiaguista que lo abraza en la empinada calle Cava con encanto medieval.
Es la hora de encaminarse hacia el gran Templo, hacia el Foro de la Colonia donde todos los dioses paganos, adorados en otro tiempo, no pueden por menos que inclinarse ante Aquél que viene entre sones y vítores de un pueblo que reconoce la bondad y la misericordia del mismo que días más tarde entregará al suplicio.
Y es entonces cuando Mérida, en el apogeo de la fiesta que recibe al nuevo Rey, tiembla ante el augurio de una traición que perpetrarán los mismos que hoy extienden ramos y mantos sobre sus viejas calzadas. Y entonces llora, aunque con una media sonrisa, como el niño que disfruta con su juguete, pero que sabe que se acerca la hora más temida.
Y la oscuridad toma las calles y el cielo, y el pueblo, poco a poco, deja que Jesús prosiga con su real comitiva hacia el interior de la ciudad, y sólo su amigo amado, su predilecto, lo acompaña mirando de reojo a todos aquéllos que se acercan a tocar el manto de su Maestro, y recela porque algo en su corazón le dice que Jesús entra en Mérida como rey, pero no será así como saldrá.
Y, de nuevo, las puertas de Santa María la Mayor se abren, y con un cielo que llora y clama misericordia por su Hijo Amado, acoge y refugia a la muchedumbre, aun sabiendo que son los mismos que hoy aclaman los que mañana gritarán: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”.
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