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Corpus de calor y tradición

Dicen que tres jueves hay en el año que brillan más que el sol, pero en esta ocasión todo el brillo, esplendor… y calor de los tres se concentró en el Domingo del Corpus. Tal era la previsión que el cabildo de la Concatedral decidió, con buen criterio, acortar el recorrido de manera que al llegar a la altura del mercado, se tomara la calle San Francisco y se regresara por Félix Valverde Lillo.

La puesta en escena, como siempre, incienso, juncia, altares… El Señor iba a pasear por Mérida y la ciudad no podía permanecer ajena a una tradición secular. Si se notaron algo mermadas las representaciones de Asociaciones y Cofradías, así como el número de niños y niñas de Primera Comunión.

Sobre las 11,15 horas, la Custodia con el Santísimo aparecía bajo el dintel de la Concatedral cobijada bajo el templete de plata de la Mártir Santa Eulalia. Así, precedida del coro de la Concatedral, avanzaba parsimoniosa a los sones de la Banda Municipal de Música. Tras el Santísimo, el clero emeritense y el Arzobispo de Mérida-Badajoz, Monseñor Celso Morga. Cerraba la comitiva la corporación municipal tras el pendón de la ciudad.

Con todos esos elementos, la celebración del Corpus cobraba todo su esplendor. Primera parada en el altar del Ayuntamiento que, fiel a la tradición, ocupó el arco central de su entrada para acoger el Cuerpo de Cristo. Avanzó la procesión por la calle Santa Eulalia hasta llegar al altar instalado por la Cofradía de las Tres Caídas que, de forma elegante, dispuso el manto de Nuestra Señora de la Misericordia como dosel, el estandarte de la Virgen y una gran fotografía del Santísimo Cristo de las Tres Caídas.

La procesión avanzó hacia Félix Valverde Lillo. Allí se encontraba el de la Hermandad de lágrimas que, con mucho gusto, presidía el estandarte de la Cofradía flanqueado por dos cuadros de los titulares de la misma. De esta manera, en poco más de una hora, el Santísimo llegaba a la Plaza de España donde, desde el altar instalado en la fachada de la Concatedral de Santa María, Monseñor Celso Morga  impartía la Bendición a todos los asistentes al tiempo que los niños ofrecían al Señor una lluvia de pétalos.

El calor, que llegó a rozar los 40º en el momento final de la procesión, provocó que rápidamente la Plaza de España quedara desierta pero al menos no restó esplendor al Día del Corpus.

Galería Fotográfica (Luís Zama Álvarez)

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