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Soledad ¿Meteorología o Providencia?

CRÓNICA SOLEDAD 2018
Fecha:
madrugada del 30 de marzo de 2018
Redactores:
Mario Hernández Maquirriaín
Fotografías:
Manuel Molina Bolaños

Nada pasa por que sí, y todo tiene un por qué, y si no, lo presuponemos. ¿Lágrimas? Muchas, ¿desazón? También, pero sobre todo, momentos hermosos que posiblemente tardaremos mucho en reproducir… si la Providencia quiere.”

El Viernes Santo se tornó triste. A esa tristeza plomiza que se queda en el ambiente nada más ver la calle Calvario, tristeza de Viernes Santo, se sumó la climatología adversa que nos hizo recordar procesiones de antaño, de esta manera la meteorología (o la Providencia) provocó que la Procesión Oficial del Santo Entierro, según acuerdo del Pleno del Ayuntamiento de 27 de marzo de 1926, se recogiera en la Concatedral de Santa María… como antaño. Una estampa que todavía quedaba en la memoria de muchos y que, con la de este 2018, ha sido rememorada para las generaciones actuales.

Nada pasa por que sí, y todo tiene un por qué, y si no, lo presuponemos. ¿Lágrimas? Muchas, ¿desazón? También, pero sobre todo, momentos hermosos que posiblemente tardaremos mucho en reproducir… si la Providencia quiere.

Pero la noche nos deparaba otra sorpresa, quedaba por procesionar la Santísima Virgen de los Dolores en su Soledad, una procesión tradicional de nuestra ciudad y que volvía a partir desde donde lo estuvo haciendo durante más de 100 años. La Soledad, además, volvería a procesionar bajo palio, tal como hiciera en el año 1988 en que no dio tiempo a retirarle el palio por la tardía entrada de la Procesión Magna de aquel año.

Soledad 2018. Hermandad del Calvario
Fotografía: Manuel Molina Bolaños

María nunca está sola en Mérida, ni tampoco lo estuvo en la desapacible noche del Viernes Santo cuando, tras un tremendo aguacero que hacía presagiar que haría noche en Santa María, se abrieron los portones para que apareciera la Cruz de Guía y, tras ella, de forma muy compacta la Hermandad del Calvario ante el paso de palio.

La instantánea… para la historia, para la memoria de estos jóvenes cofrades que han descubierto en la Virgen de los Dolores el faro de sus devociones. El palio comenzó a andar lentamente buscando la calle San Salvador para retornar a la Ermita del Calvario. ¿Un Santo Entierro inacabado? No, el Señor quedó en la Concatedral mientras la Virgen de los Dolores se marchaba en una Soledad arropada por los emeritenses, hacia la Ermita del Calvario a la espera de la Resurrección.

Marchaba a ese Barrio que le da cobijo todo el año, que la mima, que la cuida, que sabe de sus cosas y que, en la negra noche del Sábado Santo, sentiría que le faltaba el alma. Son las cosas estas de la Semana Santa, esas cosas que no se pueden describir con palabras porque tienen mucho más que ver con el corazón.

Los esforzados costaleros, que en la tarde del Viernes Santo la llevaron en volandas desde el Calvario en tan solo cuatro “chicotás” marchaban con la emoción contenida sabiendo que, al menos, la dejarían en su casa de ahora, en su Barrio, dejando atrás el cobijo de la que fue su casa durante más de 100 años.

Cosas de la Semana Santa, cosas de cristianos comprometidos con sus hermandades que la razón nunca llega a explicar. Lo que sí es cierto es que esa noche, la Virgen de los Dolores en su Soledad, no estuvo ni un minuto sola.

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