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Crónica Martes Santo 2015

Fecha:
31 de Marzo de 2015
Redactor:
Mario Hernández Maquirriaín
Fotografías:
José Manuel Romero Cerrato (Mané)
A
ntonio José Moreno Barriga
José Luis Fernández Castillo (Jolufecas)
Raúl Flores Hernández (rafloher)
”Tarde de contraluces, de candelerías encendidas. Tarde en la que Cristo se hace presente con aromas de barrio….Y mientras, el reloj de la noche interminable parado, sin darle cuerda.”

LA NOCHE INTERMINABLE

Cuando el reloj se para, se para. Y para el del tiempo, y el de la Semana Santa no hay arreglo. Es lo que le ocurre al Martes Santo emeritense. Las agujas del reloj se paran justo en el momento en el que el soberbio manto de María Santísima de las Lágrimas comienza a bajar por la calle Santa Ramona. Es cierto… se detiene el tiempo. Veinticinco años en Mérida y hace notar su presencia cada Martes Santo dese la Barriada de San Juan y María Auxiliadora.

Dejando aromas a rosa y clavel, María Santísima de las Lágrimas dejaba entrever sus encantos en un tocado en forma de corazón que servía de homenaje a su padrino y vestidor, Fernando González. Todo el barrio en la calle buscando a su hermandad, todo un barrio sintiendo como Jesús de la Humildad pasea por sus calles buscando el centro de Mérida. La llegada a la Patrona, como siempre, muy esperada. Antes, dejaban el blanco y negro de los hermanos de la Vera Cruz que, como buenos hermanos, le desearon buena estación de Penitencia.

 

Fotografía: José Luis Fernández Castillo (Jolufecas)

Tarde de contraluces, de candelerías encendidas. Tarde en la que Cristo se hace presente con aromas de barrio. Y así, en la lejanía, ver a esta cofradía, es como empezar a escribir cada día una historia, a que escriben cada año las gentes de su barrio. Ante una plaza abarrotada, llegaba la Cofradía para, ente la Virgen del Rosario (que esperaba en la puerta de Santa María) dejar su plegaria. Templo de Diana, Puerta de la Villa y regreso a una barriada que se sentía sola sin sus imágenes titulares. Y mientras, el reloj de la noche interminable parado, sin darle cuerda.

Así las cosas, mientras las aguas se paraban. Se hacía de día en el Calvario. La noche del Martes Sato no podía eclipsar su luminosidad y majestuosidad. La Virgen de la Amargura, elegantemente refinada, ponía el broche y colofón a su Hermandad del Calvario. La Oración en el Huerto convertía el Castellum Aquae en un gran monte de los Olivos desde el que el Señor, en su Oración, rogaba por todos nosotros. La Parroquia de Cristo Rey, en patio porticado en el que flagelar al Señor que, fruto del trabajo de sus buenos hermanos del Calvario, avanzaba en un trono totalmente renovado, que elevaba aún más el patio del sufrimiento.

Fotografía: Antonio José Moreno Barriga

Silencio en la Plaza de España. A pesar del murmullo de los cientos de personas que aguardaban la llegada de la Hermandad. Silencio acompasado del Nazareno del Calvario. El Nazareno de Pineda Calderón hace sentir su fina zancada en la concatedral de Santa María y, ante la Virgen del Rosario, se reencontraba con su casa. Momento de silencio y oración por parte de los portadores. Momento de recuerdos del que allí, durante tantos años, tuvo su casa.

Arrolladora, la Amargura irrumpía en el silencio de la calle Concepción llenándola de luz. El racheo acompasado de sus costaleros le imprimía más carácter aún. Cierto es que la Amargura, cuando sale de su barrio, se enseñorea como la que más pero, es pisar de nuevo los límites que la separan del centro y convertirse en ese arrebato de pasiones que sólo unos pocos entienden. Así, con garbo y prestancia fue subiendo al Calvario, dejándose y tomándose su tiempo, para estar más junto a sus vecinos, aquellos que la visitan a diario. Con “Mi Amargura” buscaba la Ermita y se quedaba en ella, otro año más para esperar nuestras plegarias. Mientras en San Juan, la Virgen de las Lágrimas se encontraba con su gente. Noche de barrios… noche de Martes Santo.

Galería Fotográfica:

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