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Crónica Madrugada del Jueves al Viernes Santo 2015

Fecha:
3 de Abril de 2015
Redactor:
Luís Miguel González Pérez
Fotografías:
José Luis Fernández Castillo (Jolufecas)

“¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo En hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos!

Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza! …

LA MADRUGADA DEL JUEVES SANTO

La luna llena ilumina el antiguo solar de la Ermita del Calvario, un triste y pausado sonido de campana anuncia la inminente salida de la procesión, lentamente la impresionante imagen del Santísimo Cristo del Calvario emerge entre una espesa nube de incienso y ante el más absoluto y respetuoso silencio. El Sacerdote que preside la procesión proclama un fragmento del Evangelio de San Lucas: “… Entonces Jesús lanzo un grito y dijo: Padre a tus manos encomiendo mi espíritu. Y dicho esto expiró”. Este mensaje es que el que todos esperan escuchar para, tras el preceptivo voto de silencio, iniciar la procesión. El tañido de una campana, portada por uno de los componentes de la Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, y el rumor provocado por los pies de los treinta costaleros que portan al Cristo, será el único sonido que nos acompañe en esta Estación de Penitencia. Tres golpes del Capataz anuncian a los costaleros que es momento de prepararse para alzar a Cristo, un cuarto golpe provoca la “levantá”…   silencio. La procesión se va encaminado por las calles del Barrio, hacia la Parroquia de Cristo Rey, y muchas familias esperan en las puertas de sus casas, para ver pasar al Cristo del Calvario, a su Cristo, al Cristo del Barrio, al protagonista de la “madrugá” de Mérida, incorporándose posteriormente al cortejo, y acompañándolo en su recorrido, caminando tras Él.

 

Fotografía: José Luis Fernández Castillo (Jolufecas)

as órdenes del Capataz a su cuadrilla van marcando el paso de la Procesión. Él los dirige con voz pausada, con órdenes concretas cargadas de cariño, llamándolos por su nombre, ayudándoles a sortear los obstáculos del camino. Llegamos a la Parroquia de Cristo Rey. La Procesión se detiene, para que todo aquel que quiera orar un momento ante su Sagrario, pueda hacerlo. La Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, se arrodilla frente al Sagrario e inicia el canto del “Pange Lingua”, una breve oración y la comitiva reinicia su marcha. La Capilla Gregoriana vuelve a recoger los faroles que preceden al Cristo, y los costaleros vuelven a levantarlo para bajar hacia la Plaza de Luis Chamizo, y adentrarse en el Callejón de la Amargura. La estrechez de la calle, el tañido de la campana que nos acompaña, el roce de los pies de los costaleros, el recogimiento, y la sombra del crucificado recortada sobre las fachadas, hacen de este instante un momento muy especial.

Poco a Poco nos vamos acercando a la Concatedral, a su puerta nos espera la representación de la Cofradía Infantil, presidida por su Consigliario y su Hermano Mayor, y tras ellos Nuestra Señora del Rosario, que recibe a su Hijo entre lágrimas, los costaleros lo acercan a su puerta, y lentamente lo ve marchar, Plaza de España arriba para dirigirse hacia el antiguo convento de las Madres Concepcionistas, y en el silencio de la noche, añoramos las oraciones que desde su interior, y durante tantos años se dirigieron a Cristo. Una complicada “revirá” para sortear la esquina de Concepción con San Francisco, y llegamos a la Plaza de la Constitución. La incipiente floración de los naranjos, deja escapar un tenue olor a azahar que da la bienvenida al Cristo. Atravesamos la plaza y nos dirigimos a la calle Calvario. Desde mucho antes de llegar, se percibe los numerosos fieles que se han concentrado en los alrededores de la Ermita.

El recorrido de la procesión llega a su fin, pero la procesión aún no ha terminado, aun queda el momento más intenso de esta Estación de Penitencia: el Descendimiento. El Capataz dirige a sus costaleros para situar la imagen del Santísimo Cristo del Calvario en el centro del “castelum aquae”, sobre el cual se erigió la desaparecida Ermita del Calvario, que le da nombre. En silencio, los costaleros salen del interior del paso y ocho personas se sitúan alrededor de él. El Sacerdote se dirige a los fieles allí congregados:

Fotografía: José Luis Fernández Castillo (Jolufecas)

“¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

En hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¿Dulce árbol donde la Vida

Empieza con un peso tan dulce en su corteza! …

Proclama un fragmento del Evangelio de San Juan y se inicia el Descendimiento. La Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, acompañada por algunas voces femeninas del  Coro, entona el “O vos omnes”, y las ocho personas que se situaron alrededor del Cristo comienzan a aflojar sus clavos, a retirar el velo que cubre sus hombros, otros van sujetando su cuerpo, y a todos les recorre una intensa emoción. Una vez libre de los clavos que lo cosieron a la cruz, el cuerpo de Cristo es suavemente entregado a otros nuevos “José de Arimatea” que con una dulzura exquisita lo depositaran en la urna, y lo cubrirán con su sudario.

La imagen de la Virgen de los Dolores, vestida de riguroso luto, presencia la escena.

El Descendimiento ha concluido, el Sacerdote nos recuerda que en este momento llego a los discípulos la hora del desencanto y del desconcierto. A nosotros nos llega hoy la hora del silencio, pero también de la paz y la esperanza. Los componentes de la Capilla Gregoriana se sitúan alrededor de la urna que contiene el cuerpo del Santísimo Cristo del Calvario, y la conducen a la verja de la actual Ermita, allí queda expuesta durante un momento, para posteriormente conducirla a su interior. La procesión del Descendimiento ha terminado. La luna llena sigue brillando desde el cielo, y los fieles que han vivido esta Estación de Penitencia, se marchan en silencio para sus casas, después de haberle orado, de haberle pedido por sus seres queridos, de haberle mostrado su agradecimiento, o quizás tan solo de acompañarle en silencio. Lágrimas, silencio y emoción, para una madrugada alrededor del Santísimo Cristo del Calvario.

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